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03 de Julio del 2025
Cultura

Tatuajes: El estigma que no desaparece del todo

Tatuajes: El estigma que no desaparece del todo

Durante mucho tiempo, los tatuajes fueron considerados símbolos de marginalidad, rebeldía o criminalidad.


Asociados con marineros, pandillas o grupos delictivos, muchas personas vieron en ellos una señal de advertencia antes que una expresión personal. Sin embargo, en la actualidad los tatuajes han tomado otro rumbo: se han vuelto una forma de identidad, de apropiación del cuerpo y, en muchos casos, de arte.


Hoy en día, México es el país con más personas tatuadas en América Latina, con aproximadamente 12 millones de personas, según datos citados por la UNAM.




A pesar de esta creciente normalización, aún persisten mitos, estigmas y actos de discriminación que afectan el acceso de las personas tatuadas a empleos, escuelas y otros espacios públicos.


David Gutiérrez Castañeda, profesor de Historia del Arte en la UNAM, explica en el artículo "El fascinante mundo de los tatuajes", publicado por UNAM Global, que el tatuaje ha tenido diferentes significados en la historia: desde rituales de paso y símbolos espirituales, hasta mecanismos de disciplina y control corporal.


En la cultura occidental, sin embargo, esta práctica fue vista durante mucho tiempo de forma negativa. La asociación con las cárceles, la violencia o la desobediencia civil consolidó un estigma difícil de romper.


En ese contexto, portar un tatuaje podía cerrar puertas laborales o impedir el ingreso a ciertas instituciones educativas, actitudes que eran ampliamente aceptadas por la sociedad.


La discriminación no ha desaparecido




Aunque la ley mexicana prohíbe la discriminación por tatuajes en diversos estados, los prejuicios sociales siguen presentes.


El artículo "Discriminación: El tatuaje, un lunar más en el cuerpo", publicado por la UNAM, señala que muchos jóvenes tatuados tienen que cubrir sus brazos con mangas largas al acudir a entrevistas de trabajo. A menudo, estas decisiones no se deben a una política empresarial explícita, sino al temor de ser rechazados por su apariencia física.


La socióloga Gabriela Alemán Cuevas ha documentado cómo estos prejuicios afectan la vida cotidiana de las personas tatuadas. Ella señala que aún persisten ideas como que quienes tienen tatuajes "no son de fiar", son "irresponsables" o incluso "delincuentes".




Estas etiquetas, muchas veces heredadas del entorno familiar o repetidas por empleadores, generan una barrera simbólica que limita las oportunidades de desarrollo para muchas personas jóvenes, sobre todo en espacios laborales conservadores.


Además, Alemán Cuevas denuncia que, aunque las leyes protegen a quienes tienen modificaciones corporales, en la práctica muchos empleadores prefieren evitar el "riesgo" de contratar a alguien con tatuajes visibles.


Este tipo de discriminación, aunque ilegal, es difícil de denunciar y sancionar. Para la investigadora, el acto de ocultar un tatuaje para no ser discriminado refuerza la idea de que esta característica corporal debe ser escondida, como si fuera un defecto.


Expresión, identidad y estigmas sociales




Más allá de los prejuicios, el tatuaje ha cobrado fuerza como una forma de autonomía y construcción de la identidad.


El Instituto de la Juventud (INJUVE) de la Ciudad de México, describe cómo el tatuaje se convierte en una herramienta para definirse, diferenciarse y expresarse en un mundo cada vez más visual. Para muchas personas jóvenes, es un acto de libertad: una manera de decir "este soy yo" frente a una sociedad que impone ciertas normas sobre el cuerpo.


Sin embargo, esa libertad aún enfrenta resistencia. El INJUVE, explica que el estigma hacia las personas tatuadas proviene en gran parte de la ignorancia. Asociar los tatuajes con pandillas o el crimen organizado ha provocado que incluso instituciones públicas como la policía o los servicios de salud los vean con recelo.




De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Discriminación 2022, el 78.6% de las personas encuestadas en Ciudad de México considera que existe discriminación hacia quienes tienen tatuajes.


El artículo del INJUVE también detalla ejemplos concretos de este trato desigual: vigilancia excesiva por parte de guardias de seguridad, negación de atención en tiendas o servicios públicos, exclusión por parte de docentes y hasta la negación de empleos a pesar de tener una trayectoria profesional impecable.


El caso más grave es el perfilamiento policial, cuando una persona es detenida, hostigada o tratada como sospechosa únicamente por portar tatuajes. Esta práctica constituye una violación a los derechos humanos y sigue ocurriendo en México.


¿Qué dice la ley en México?




Desde 2011, la Constitución mexicana reconoce la no discriminación como un derecho humano.


A nivel estatal, entidades como Querétaro, Aguascalientes, Coahuila, Hidalgo, Veracruz, Zacatecas, San Luis Potosí, Tamaulipas, Nuevo León, Quintana Roo y la Ciudad de México han reformado sus leyes para prohibir expresamente la discriminación por tener tatuajes o perforaciones.


En particular, el Artículo 5° de la Ley para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México establece que no se puede negar un empleo por tener tatuajes, lo cual convierte esa práctica en una ilegalidad.


Sin embargo, como señala la UNAM, muchas de estas disposiciones no se cumplen o se ignoran. La cultura organizacional de muchas empresas y dependencias públicas aún mantiene sesgos hacia las apariencias, sobre todo cuando se trata de puestos que implican contacto con clientes o representación institucional.


Además, la regulación del tatuaje como profesión también ha avanzado. La Ley General de Salud y su reglamento establecen que los tatuadores deben contar con una tarjeta de control sanitario, estar vacunados contra tétanos y hepatitis B, usar materiales desechables y cumplir con normas de higiene estrictas.


Estas medidas buscan proteger la salud de los clientes, pero también reconocen la legitimidad del tatuaje como una práctica profesional y artística.


Mitos que siguen afectando




Muchos de los prejuicios que enfrentan las personas tatuadas están basados en mitos que han sido desmentidos por la ciencia y las autoridades.


Por ejemplo, se dice que los tatuajes impiden donar sangre, lo cual es falso. Según la UNAM, lo único que se requiere es esperar entre 4 y 12 meses después del procedimiento, dependiendo del país, para garantizar que no haya infecciones en el periodo de ventana.


Otro mito frecuente es que los tatuajes explotan durante una resonancia magnética. Esto tampoco es cierto. Las tintas modernas no contienen metales y no representan ningún riesgo.




También se ha dicho que las personas con tatuajes se arrepienten siempre. Si bien algunos pueden cambiar de opinión con el tiempo, esto depende de cada persona y no es una regla general. En realidad, el arrepentimiento está más relacionado con la calidad del tatuaje, su significado personal o el paso de los años.


Finalmente, uno de los prejuicios más comunes es que los tatuajes impiden conseguir trabajo. Si bien aún hay empresas que se resisten a aceptar cuerpos tatuados, la ley es clara: negar una vacante por esta razón es discriminación. Además, cada vez es más común ver a figuras del espectáculo, la ciencia, el deporte o la política con tatuajes visibles, lo que ha contribuido a cambiar la percepción pública.




La percepción hacia las personas tatuadas sigue siendo diversa: para algunos, representa una forma de expresión legítima; para otros, continúa cargada de estigmas difíciles de erradicar.


Los tatuajes, como cualquier otra característica física o cultural, forman parte de la diversidad humana.




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