Los recientes avistamientos de tiburón en la zona costera han modificado drásticamente la rutina de los ribereños dedicados a la extracción de callo de hacha. Lo que antes era una jornada normal mar adentro, hoy es una actividad limitada a la protección que brinda la bahía.
El miedo a un posible ataque ha llevado a los pescadores a evitar el mar abierto, lo que ha provocado una disminución considerable en la producción diaria.

Solo el 50% de los buzos continúa trabajando
Ramón Valenzuela Ruelas, presidente de la Cooperativa Loma Parda, informó que actualmente "solo están saliendo alrededor de 60 buzos", cifra que representa únicamente el 50% de los trabajadores habituales.
Quienes deciden continuar con la actividad apenas obtienen entre dos y tres kilos diarios, cantidad insuficiente para cubrir sus necesidades básicas, aunque suficiente para asegurar alimento para sus familias y un poco más para venta local.
"Muchos compañeros no se arriesgan, después de la alerta de Capitanía por un ataque reciente, se quedaron en tierra. El miedo es real", expresó Valenzuela Ruelas.
Los pescadores no buzos enfrentan un panorama aún más complicado
A la reducción de la pesca por temor a los tiburones se suma otro problema: la mala temporada de camarón y jaiba, dos productos clave para quienes no son buzos.
Valenzuela Ruelas reconoció que estos pescadores "se la están viendo mal", pues dependen únicamente de estas capturas para sostener a sus familias. Con los ingresos desplomados, muchos han optado por buscar trabajos temporales o endeudarse para cubrir sus gastos.
Limitaciones adicionales: la lisa está en veda
El escenario se endurece todavía más con la veda de la lisa, una de las especies que suele complementar la economía de la zona. Sin esta opción disponible, las alternativas para los ribereños se reducen al mínimo justo cuando la presencia de tiburones limita el acceso a otras áreas de pesca.
Esperanza para enero: podría mejorar la actividad pesquera
A pesar de la situación compleja, Valenzuela Ruelas confía en que para enero del próximo año la actividad podría normalizarse. Se espera que disminuyan los avistamientos y que algunas especies comiencen a mostrar mejor disponibilidad, permitiendo que los pescadores vuelvan al mar abierto con mayor seguridad.
Mientras tanto, la comunidad pesquera enfrenta incertidumbre, trabajando con cautela dentro de la bahía y esperando que las condiciones mejoren para retomar su actividad sin temor.