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02 de Julio del 2025
Cultura

Tatuajes en México: del ritual al arte moderno

Tatuajes en México: del ritual al arte moderno

Los tatuajes son hoy una práctica extendida en el mundo.


En México, según datos del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), una de cada diez personas tiene al menos un tatuaje, lo que representa alrededor de 12 millones de mexicanos


Esta cifra coloca al país como líder en América Latina en cuanto a número de personas tatuadas.


Y aunque actualmente los tatuajes se asocian principalmente con la expresión individual y la estética, su historia es vasta, diversa y, en muchos casos, compleja. Esta práctica, que ha evolucionado durante más de cinco mil años, ha sido símbolo de poder, castigo, pertenencia, fe y ahora, también, de autoexpresión.


¿Qué es un tatuaje?




De acuerdo con Mayo Clinic, un tatuaje es una marca permanente sobre la piel realizada con tinta que se introduce en la dermis (la capa media de la piel) por medio de una serie de pinchazos.


Para ello se utiliza una máquina portátil equipada con agujas que perforan repetidamente la piel e insertan pequeñas gotas de tinta. El procedimiento puede generar leve sangrado y dolor, ya que implica una herida. Por lo general, no se usa anestesia.


Las tintas están compuestas por pigmentos minerales y metales como mercurio, cromo o magnesio. Estos componentes pueden ser reconocidos por el cuerpo como sustancias extrañas, lo que genera respuestas inflamatorias o incluso reacciones alérgicas.


Algunas tintas (en particular las rojas, amarillas y azul claro) suelen provocar más problemas dermatológicos, mientras que las tintas negras o azul marino tienden a causar menos efectos adversos.


Un recorrido por la historia mundial del tatuaje




La historia del tatuaje es tan antigua como la civilización misma.


Según el artículo "Historia del Tatuaje: Origen, Inventor y Primer Tatuaje" de ELBS Business School, se estima que el primer tatuaje tiene más de 5 mil años de antigüedad.Esta práctica se identificó en dos momias egipcias, cuyos cuerpos conservaban marcas en la piel.


En el antiguo Egipto, los tatuajes no solo eran decorativos, sino que también cumplían una función médica o simbólica. Se creía, por ejemplo, que grabarse la figura de un animal podía proteger al portador de sus ataques, y que marcarse la piel podía ayudar a prevenir enfermedades.




Japón también tiene una larga tradición en esta práctica. Ya en el año 1,000 a.C. existen evidencias de que los japoneses se tatuaban, aunque en ese contexto el tatuaje estuvo asociado principalmente a criminales y delincuentes.




Las marcas corporales eran una forma de mostrar logros dentro de ciertos círculos, pero también una señal de identidad peligrosa. En cambio, en la antigua China, el tatuaje era utilizado con fines decorativos y estéticos, sin una carga negativa tan marcada.


De acuerdo con la Escuela Europea Des Arts, en Grecia y Roma, el tatuaje tuvo un uso completamente diferente. Fue empleado como un estigma social, una marca impuesta a esclavos, criminales o prisioneros para identificarlos fácilmente. Esta visión negativa se reforzó durante la expansión del cristianismo.




El Imperio Cristiano de Roma prohibió los tatuajes por considerarlos una práctica pagana y, en muchos casos, relacionada con el demonio. A pesar de esta prohibición, algunos grupos mantuvieron el uso del tatuaje. Los señores feudales, por ejemplo, continuaron marcando a sus esclavos para indicar propiedad, mientras que los caballeros templarios tatuaban cruces en su cuerpo como señal de su deseo de recibir sepultura cristiana en caso de morir en batalla.


El redescubrimiento del tatuaje en Europa moderna ocurrió en 1769, cuando la expedición del explorador británico James Cook regresó de Tahití con varios aborígenes tatuados.


Estas personas fueron exhibidas en Londres como una curiosidad exótica, lo que despertó el interés de la sociedad europea por esta práctica corporal. Rápidamente, surgieron imitadores, y la moda del tatuaje se extendió en sectores populares, especialmente entre marineros y aventureros.


A fines del siglo XIX, el tatuaje comenzó a profesionalizarse. Martin Hildebrandt, un tatuador que trabajó durante la Guerra Civil estadounidense, se hizo famoso por tatuar a soldados de ambos bandos.


En 1875, fundó el primer estudio profesional de tatuajes en Nueva York, dando paso a la formalización de este oficio. Años después, en 1889, Sutherland Macdonald abrió el primer estudio de tatuaje en el Reino Unido, enfrentando una sociedad conservadora en plena era victoriana.




El verdadero cambio llegó en 1891 con la invención de las máquinas tatuadoras, lo que permitió una mayor precisión, rapidez y popularización.


Antes de la invención de la máquina de tatuar, los tatuajes se realizaban de forma completamente manual, con técnicas que variaban según la cultura. Por lo general, se utilizaban objetos afilados como huesos, espinas, piedras o agujas metálicas que perforaban la piel para insertar pigmentos naturales o minerales.


En las culturas polinesias, por ejemplo, se usaban peines de hueso impregnados en tinta y se golpeaban con pequeños martillos de madera, lo que hacía del tatuaje un proceso largo, doloroso y profundamente ritual.


En otras regiones, como Japón o el México prehispánico, se utilizaban herramientas rudimentarias que permitían grabar diseños complejos, aunque siempre con un alto grado de resistencia física por parte del portador.


El tatuaje en el México prehispánico




En Mesoamérica, el tatuaje también formaba parte de las prácticas culturales desde tiempos antiguos.


Según el arqueólogo Enrique Vela, en su artículo Tatuajes, publicado en Arqueología Mexicana, los pueblos originarios de México (como los mexicas, mayas y otros grupos mesoamericanos) practicaban diversas formas de modificación corporal, incluyendo la pintura corporal, las escarificaciones, la deformación craneal, las incrustaciones dentales y los tatuajes.


Estas modificaciones no solo respondían a criterios estéticos, sino que estaban profundamente ligadas con creencias religiosas, calendarios agrícolas, festividades y estructuras sociales.


Una momia hallada en 1889 en Comatlán, Oaxaca, presentaba tatuajes con grecas en los brazos. Otro ejemplo importante es la escultura olmeca conocida como el "Señor de las Limas", del periodo Preclásico Medio, que muestra figuras simbólicas tatuadas en la cara, los hombros y las rodillas.




También se han hallado figurillas de mujeres completamente decoradas, como una del sitio arqueológico El Chanal, en Colima, que podría representar tatuajes o pintura corporal.


Según las crónicas de Fray Diego de Landa en su obra Relación de las cosas de Yucatán, el tatuaje estaba regulado por normas sociales. Los hombres jóvenes no solían tatuarse hasta después del matrimonio, mientras que las mujeres se tatuaban de la cintura para arriba, evitando el área de los senos.


Los tatuajes podían representar valentía, estatus social, pertenencia religiosa o incluso castigo. A quienes cometían delitos como el robo, se les tatuaban las mejillas con signos visibles para marcar su falta.


Del estigma al arte personal




Durante gran parte de la historia reciente, los tatuajes fueron vistos de forma negativa.


David Gutiérrez Castañeda, profesor de Historia del Arte en la UNAM, explica en el artículo El fascinante mundo de los tatuajes, publicado por UNAM Global, que el tatuaje ha pasado de ser una herramienta de control y diferenciación social a convertirse en un medio para resignificar la subjetividad.


Según el académico, "el tatuaje es un mecanismo de disposición personal para darle forma al propio cuerpo en la búsqueda de identidad".




Durante los años 80 y 90, con creciente popularidad de artistas y deportistas tatuados, los tatuajes se convirtieron en una tendencia global.


Hoy, los diseños van desde símbolos religiosos y prehispánicos, hasta personajes de la cultura popular, animales, frases personales o retratos. Esta evolución refleja una transformación cultural: del estigma a la democratización del cuerpo.


Riesgos y cuidados necesarios




A pesar de su popularidad, los tatuajes conllevan ciertos riesgos que no deben ignorarse.


Según la dermatóloga Paula Torres Camacho, de la UNAM, el proceso de tatuar implica una laceración en la piel. Si no se realiza bajo condiciones higiénicas adecuadas, puede causar infecciones por virus como hepatitis B o C, VIH, herpes simple o virus del papiloma humano.


También pueden desarrollarse infecciones bacterianas, como las producidas por micobacterias, debido a agujas no estériles o tintas contaminadas.




Además, pueden presentarse reacciones alérgicas, enrojecimiento, cicatrices hipertróficas o queloides. En algunos casos, los tatuajes causan molestias durante una resonancia magnética o dificultan la visibilidad de ciertos tejidos durante este tipo de estudios.


Las zonas con piel delgada, como la cara o los genitales, son más propensas a complicaciones, por lo que se recomienda tatuarse en zonas de piel gruesa como los brazos, la espalda o el pecho.


Mayo Clinic sugiere seguir una serie de medidas antes, durante y después del tatuaje: investigar al tatuador, verificar que las agujas sean nuevas y estériles, asegurarse de que la tinta se coloque en recipientes de un solo uso y de que el equipo reutilizable se haya esterilizado con autoclave.




Después del tatuaje, se debe lavar la zona con agua y jabón suave, mantenerla hidratada con cremas especiales, evitar el sol y no nadar en cuerpos de agua hasta que la piel cicatrice por completo.


Quitar un tatuaje no es tarea fácil. Aunque existen tratamientos con láser, estos pueden requerir múltiples sesiones, son costosos, dolorosos y a menudo dejan cicatrices o manchas. Por ello, se recomienda reflexionar antes de tomar la decisión y no hacerlo bajo la influencia del alcohol o por presión social.




En la actualidad, el tatuaje es una práctica presente en distintos sectores de la población.


Lo que en su origen fue una técnica con fines rituales, religiosos, médicos o sociales, ha pasado por múltiples significados a lo largo del tiempo y continúa adaptándose a distintos contextos culturales.


Hoy, los tatuajes forman parte de una diversidad de usos, desde lo estético hasta lo simbólico, y su presencia refleja las transformaciones históricas en torno al cuerpo y su representación.





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