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Cultura de la cancelación: ¿Castigo justo o bullying masivo?
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Cultura de la cancelación: ¿Castigo justo o bullying masivo?

Por: Fernanda Rivera
CDMX
Fecha: 22-07-2025

En los últimos años, las redes sociales han transformado la forma en que las personas interactúan, comparten opiniones y participan en debates públicos.


Plataformas como Twitter, Facebook, TikTok e Instagram se han convertido en espacios donde millones de usuarios expresan sus ideas, denuncian injusticias y demandan responsabilidades a individuos, empresas y autoridades.


En este contexto, ha emergido un fenómeno conocido como la cultura de la cancelación, que se refiere a la acción colectiva de retirar apoyo o "cancelar" a alguien que ha cometido un error, ha hecho un comentario ofensivo o ha tenido un comportamiento cuestionable.


Este fenómeno se ha vuelto muy común y polémico, ya que puede tener consecuencias graves, como la pérdida de empleos, contratos o la reputación pública de la persona afectada.




Sin embargo, su origen está ligado a una supuesta necesidad legítima: visibilizar y castigar actitudes discriminatorias, racistas o machistas que antes no eran suficientemente sancionadas.


La cultura de la cancelación se ha convertido en una herramienta poderosa, pero también en un arma de doble filo, que despierta intensos debates sobre sus límites, su ética y sus efectos sociales.


Además, el uso masivo y constante de las redes sociales, especialmente durante la pandemia de COVID-19, donde el confinamiento aumentó el tiempo de conexión digital, impulsó aún más su alcance y popularidad.


Orígenes y características de la cultura de la cancelación




Según Paulette Delgado, en su artículo "Estás cancelado": La cultura de la cancelación y sus implicaciones sociales, la cultura de la cancelación puede entenderse como una forma de bullying grupal.


Delgado señala que este movimiento ha tenido tanto impacto que muchas veces las personas "canceladas" pierden su empleo o proyectos sin que se les dé una oportunidad para rectificar o aprender.




Amnistía Internacional señala que aunque el término "cancelación" se usó esporádicamente desde la década de 1990, fue con comunidades digitales como Black Twitter y con movimientos sociales como #MeToo, en 2017, que el término se popularizó y la práctica tomó fuerza a nivel global.


En este sentido, AndyRodgue, creadora de contenido con más de 620 mil seguidores en TikTok y más de 10 mil en Instagram, enfocada en cine y series, comenta que la cultura de la cancelación "es el medio o herramienta que la gente utiliza para "castigar" a una figura pública o creador de contenido cuando hace algo que no va acorde a lo que la sociedad dice. Tengo entendido que empezó como parte del movimiento #MeToo, y a raíz de eso se expandió a otros conceptos e ideas con un propósito similar (pero que también se ha salido de control a lo largo de los años)".


Estas redes sociales democratizaron la información, permitiendo que las voces de las víctimas y la ciudadanía común tuvieran un papel activo para denunciar y exigir justicia cuando los sistemas legales o institucionales fallaban.


Además, algunos casos muy mediáticos han marcado la cultura de la cancelación en sus etapas iniciales y han demostrado cómo puede generarse un odio masivo en poco tiempo.




Por ejemplo, en 2016, la cantante Taylor Swift fue objeto de una ola de críticas y ataques en redes sociales debido a un conflicto público con Kanye West y Kim Kardashian, que derivó en un odio masivo alimentado por seguidores y detractores, mostrando el poder viral de la cancelación digital.




Más adelante, en 2018, el creador de contenido Logan Paul fue cancelado tras subir un video en Japón que mostraba un cadáver en el bosque de Aokigahara, lo que generó una indignación global por la insensibilidad del contenido, afectando gravemente su carrera y reputación.


Amnistía Internacional describe que la cancelación es un juicio social que, aunque puede estar basado en hechos, no es objetivo ni imparcial. Además, destaca que la cancelación suele carecer de contraargumentación real, pues no se permite que el acusado responda o que su respuesta sea escuchada.


Otro aspecto característico es el uso retroactivo de acciones o palabras del pasado que ahora son censuradas, aunque en su momento no se consideraran incorrectas, las redes sociales y los medios digitales amplifican y viralizan este fenómeno, lo que contribuye a su rápida expansión y a veces a su excesiva intensidad.


Casos mediáticos y consecuencias sociales




La cultura de la cancelación no es un fenómeno abstracto, sino que tiene impactos concretos y visibles en la vida de muchas personas, especialmente en figuras públicas.


Paulette Delgado menciona algunos casos emblemáticos, como el del youtuber de maquillaje James Charles, quien perdió más de tres millones de seguidores tras ser acusado de ser supuestamente un depredador sexual.


Otro ejemplo es J.K. Rowling, autora de la saga Harry Potter, que fue cancelada tras recibir críticas por comentarios considerados transfóbicos en Twitter. Asimismo, Charli D´Amelio, una influencer de TikTok que en ese momento tenía 16 años, perdió un millón de seguidores después de hacer comentarios polémicos sobre sus metas en redes sociales.


Incluso líderes políticos, como el primer ministro canadiense Justin Trudeau, han sido criticados años después por fotos en las que aparecía con la cara pintada de negro, una práctica hoy considerada racista.




La cultura de la cancelación afecta especialmente a grupos vulnerables como mujeres y personas LGTBIQ+, aunque estos colectivos también pueden ejercer cancelaciones contra quienes consideran ofensivos o "políticamente incorrectos".


Katya Alcázar, creadora de contenido y comunicóloga quien cuenta con más de 400 mil seguidores entre Tiktok e Instagram, señala que "la cultura de la cancelación tiene su origen en una mezcla de necesidad de justicia y de dar voz a quienes antes no la tenían, pero con el tiempo se ha distorsionado. A veces sí sirve para visibilizar cosas importantes, como abusos o discriminación, pero también se ha usado para señalar errores humanos sin espacio para el diálogo o el aprendizaje".


Además, destacan que la cancelación no es igual para todos, pues "no cancela quien quiere sino quien puede", lo que implica que la notoriedad y el poder económico o mediático influyen en la capacidad para ser cancelado o para ejercer la cancelación.


La cancelación muchas veces impide el aprendizaje y la evolución personal, ya que los errores se usan para destruir la reputación de una persona sin ofrecerle oportunidad para cambiar.


Alternativas para un diálogo respetuoso y educativo




Ante las críticas y los daños que puede causar la cultura de la cancelación, algunos especialistas proponen formas distintas de abordar los errores o conductas ofensivas.


En lugar de atacar públicamente, sugieren llamar la atención de manera privada y con empatía, "hacerlo con amor", para generar una conversación que permita el aprendizaje y la reparación.


Amnistía Internacional plantea que la solución pasa por fomentar valores como la tolerancia, el diálogo abierto y la empatía. Se trata de aprender a respetar las diferencias y a escuchar distintas perspectivas, incluso cuando son incómodas.


Cristian Torres, fotógrafo y creador de contenido con más de 800 mil seguidores en Tiktok y más de 20 mil seguidores en Instagram, explica que "Con el tiempo se distorsionó: pasó de buscar justicia a convertirse en un deporte social, donde muchas veces ya no importa el contexto, la intención y en ocasiones, hasta ni la verdad antes de emitir un juicio social colectivo mediante redes".




Además, subrayan la responsabilidad del Estado en proteger los derechos fundamentales para evitar que la cancelación derive en censura o limitaciones excesivas a la libertad de expresión.


La Agencia Digital ZC recuerda que decidir cancelar o no a alguien es una elección personal y que es fundamental mantener un pensamiento crítico.


No basta con dejarse llevar por la indignación colectiva; es necesario evaluar cuidadosamente los hechos, buscar la justicia verdadera y promover la sanación, en lugar de solo la destrucción de reputaciones.


Así, la cultura de la cancelación puede transformarse en una herramienta para denunciar la violencia y fomentar cambios, sin sacrificar la humanidad y la posibilidad de crecimiento personal.




La cultura de la cancelación es un fenómeno complejo y controversial que ha surgido de la necesidad legítima de denunciar injusticias y exigir responsabilidades, especialmente en contextos donde el sistema judicial no ha respondido eficazmente.


Sin embargo, su práctica actual ha mostrado un lado oscuro, en el que se limita el diálogo, se ejerce juicio retroactivo y se impide la posibilidad de aprendizaje y redención. Solo así la cultura de la cancelación dejará de ser una amenaza y se convertirá en un instrumento para construir una comunidad más justa y comprensiva.


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