El acueducto, símbolo turístico de Querétaro y reflejo eterno de su sed
Cultura

El acueducto, símbolo turístico de Querétaro y reflejo eterno de su sed

Por: Thelma Herrera
Querétaro
Fecha: 22-09-2025

Detrás de la majestuosidad del acueducto, Querétaro arrastra siglos de disputas, epidemias y desigualdad por el agua.




Querétaro presume con orgullo su acueducto, una de las postales más reconocidas del estado y del país. Sin embargo, detrás de su majestuosidad se esconde una historia marcada por carencias, disputas y desigualdad en torno al agua.


La maestra en Historia y académica investigadora de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), Ana Cecilia Figueroa, recuerda que la ciudad se fundó sobre una laguna desecada por Hernando de Tapia, conocido como Coni, lo que explica que las inundaciones sean parte del destino queretano.



"Siempre hemos vivido inundados, pero con sed", resume, retomando una frase usada en el siglo XVII en la Ciudad de México.


Desde los primeros años de la colonia, explica la investigadora, el agua fue un recurso disputado y repartido con criterios sociales.


"Los indígenas aliados recibían un chorro, los macehuales y afrodescendientes apenas unas gotas", ejemplifica. Los conflictos no tardaron en llegar: conventos, comunidades y hacendados se enfrentaron durante siglos en pleitos que giraban alrededor del acceso al agua.


El acueducto, construido en el siglo XVIII, no nació del romanticismo entre el Marqués de la Villa del Villar del Águila y una monja, como se suele contar a los turistas. En realidad, fue una medida desesperada frente a las epidemias provocadas por la contaminación del río Querétaro, donde los obrajes y trapiches arrojaban desechos tóxicos. El virrey ordenó la obra para traer agua limpia, aunque su acceso quedó limitado a conventos y familias con recursos.




"Siempre ha sido un lujo tener agua. Los conventos tenían fuentes internas y hasta baños sofisticados, mientras que el resto de la población debía formarse en las pilas públicas o pagar a los aguadores", señala Figueroa.


Esa desigualdad estructural se mantuvo por generaciones. A principios del siglo XX, Querétaro seguía dependiendo de tuberías de barro contaminadas y acequias a cielo abierto, lo que provocaba epidemias de cólera y diarrea.


"Si no hubiera llegado la penicilina, la mitad de los queretanos habría muerto por el agua", advierte la investigadora.


Hoy, el acueducto sigue en pie como símbolo turístico, pero también como recordatorio de una realidad persistente: en Querétaro, como desde hace siglos, el agua es tan escasa como disputada.


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