Mary Martínez es originaria de Honduras y, aunque su familia le pide que no regrese a México por miedo a que también la desaparezcan, ella vuelve cada vez que puede.
Busca a su hijo, Marco Antonio Amador Martínez, desaparecido en 2013, en un país que acumula más de 130 mil personas desaparecidas, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO).
"A ellos les da miedo lo que pasa aquí (?) que desaparecen a las madres y eso se difunde por todos lados", relató Mary, integrante del Comité Amor y Fe. Sin embargo, su respuesta es firme: "Si fueras vos la que estuvieras desaparecida, yo lo haría". Su determinación ha sido más fuerte que el miedo, incluso ahora que vive sola, tras la muerte de su esposo, y mantiene a su familia vendiendo trampas para ratones en Tegucigalpa.
Como Mary, nueve de cada diez personas que buscan a un familiar desaparecido en México son mujeres, de acuerdo con Amnistía Internacional (AI). La organización documenta que desde 2011 al menos cinco madres buscadoras han desaparecido y dieciséis han sido asesinadas. Para muchas de ellas, la búsqueda se suma a la carga de ser cuidadoras, proveedoras y activistas en un contexto hostil y peligroso.
En su última visita a México, Mary no solo trajo las fotos de su hijo, también las de otros desaparecidos centroamericanos. Su objetivo es que los rostros circulen y que sus nombres no se olviden, siendo "la voz de todas esas madres que están esperando una noticia de su hijo y no pueden venir".
AI advierte que el 97 % de 661 mujeres buscadoras encuestadas ha sufrido afectaciones físicas, emocionales, económicas y sociales. Desde enfermedades como hipertensión o diabetes, hasta empobrecimiento y desplazamiento forzado, los estragos son múltiples. "Esa incertidumbre nos está matando", dice Mary. "Nos está trayendo enfermedades? el olvido en nuestra mente".
A esto se suma una doble discriminación: las buscadoras indígenas y migrantes enfrentan obstáculos mayores para acceder a las autoridades. El idioma, la nacionalidad o la distancia impiden que muchas puedan denunciar o siquiera consultar expedientes.
Es el caso de Beatriz Zapoteco, indígena guerrerense, quien decidió estudiar Derecho tras la desaparición de su esposo en 2016, ante la indiferencia de las autoridades.
Beatriz relata que las mujeres indígenas enfrentan trabas "en todos los ámbitos", desde la distancia con la capital estatal hasta la falta de información en sus lenguas. "Ahora tengo doble trabajo y a veces hasta triple porque tenemos que encontrarlo como sea", dice.
Aunque México reconoce más de 130 mil desapariciones, solo 267 migrantes están registradas oficialmente como desaparecidos, lo que, según AI, refleja un grave subregistro.
Mary lo sabe bien. "Hubo un tiempo en que las autoridades repatriaban tierra o bolsas de ropa", cuenta. "Ahora las madres abren los ataúdes para verificar si va el cuerpo ahí". La lucha de estas mujeres no solo es por sus hijos: también es por el derecho a la verdad y la justicia.