Teresa Ramírez Jiménez tiene 82 años y toda su vida ha transcurrido en Carrillo Puerto. En la pequeña casa que heredó de su madre construyó su refugio junto a su hijo adoptivo. Hoy, tras las lluvias recientes, ese lugar se convirtió en un espacio lleno de lodo, humedad y recuerdos dañados.
"Muy mal, me siento mal. Yo vivo aquí con mi hijo adoptivo. Soy soltera, no me casé. Esta casita me la dejó mi mamá, y me siento mal por la pérdida de mi casa", cuenta Teresa mientras señala su cocina, donde la estufa y el horno quedaron inservibles por el agua acumulada.
Las lluvias arrasaron con sus pertenencias. La lavadora está en duda, los muebles hinchados y su ropa aún permanece sobre las mesas, tratando de salvar lo poco que se pudo rescatar.
"El refrigerador todavía prende, pero ya no va a servir bien. El horno está lleno de agua", relata con tristeza.
Teresa recuerda que, en el momento más crítico, sus vecinos fueron los únicos que acudieron a apoyarla; le llevaron comida y compañía. Pero ahora enfrenta sola la tarea de limpiar, de sacar el lodo y la humedad de su hogar.
"Sí necesitaría que vinieran a ayudarme, también es un riesgo de salud, pero ¿quién podría venir? Tendría que pagarle a alguien? y no tengo", dice resignada.
Con más de ocho décadas de vida, Teresa asegura que antes ya había sufrido inundaciones, pero ninguna como la de ahora.
"Hace muchos años nos inundamos, pero no como ahora. Esto sí vino a destruir mi casa", afirma.
En su voz se mezcla la nostalgia y la incertidumbre. La comida "ya no sabe igual", confiesa, porque las preocupaciones no la dejan disfrutar de nada. A pesar del golpe, sigue de pie, intentando recuperar un poco de lo que las lluvias le arrebataron.