En México, la llamada narcocultura, alimentada por música, videos musicales y narcoseries, se ha convertido en un fenómeno creciente que idealiza la vida criminal como sinónimo de lujo, poder y estatus.
Esta tendencia cultural se manifiesta en los narcocorridos, los "corridos tumbados" y producciones que presentan al narcotraficante como una figura admirada, temida y exitosa, distorsionando la realidad violenta ligada al crimen organizado.

Investigaciones en psicología sobre medios violentos revelan además que la exposición repetida a estos estímulos incrementa pensamientos agresivos y normaliza conductas de riesgo.
Esta romantización ocurre en un contexto de violencia, ya que los jóvenes son quienes más mueren siendo víctimas de homicidios dolosos en México.
De acuerdo con el INEGI, en 2023 se registraron 31 062 asesinatos, con una tasa de 24 homicidios por cada 100 mil habitantes.
Grupos etarios con más homicidios:
La mayoría de los homicidios se cometen con arma de fuego (70 %), lo que refleja la letalidad del entorno en el que se desarrollan muchos de estos jóvenes.

Expertos advierten que el reto no es prohibir la música, sino acompañar a la juventud con programas educativos, intervenciones psicológicas, diálogo comunitario y alternativas culturales que contrarresten narrativas que glorifican la violencia.
Las redes sociales, los artistas que consumimos y las series más populares no solo entretienen; también están definiendo la personalidad, la forma de pensar y hasta la manera de vestir de millones de jóvenes.
Desde outfits inspirados en corridos tumbados y estéticas "bélicas", hasta frases, actitudes y aspiraciones sacadas de influencers o protagonistas de series, los jóvenes están encontrando en estos contenidos referentes que sustituyen a los modelos tradicionales como la familia, la escuela o la sociedad.

Los especialistas explican que esto ocurre porque la adolescencia es una etapa en la que la identidad está en construcción. Imitar estilos, comportamientos o actitudes ayuda a sentirse parte de un grupo y a construir pertenencia. Pero cuando los modelos provienen de figuras que promueven violencia, lujos irreales, relaciones tóxicas o vidas inalcanzables, el impacto puede ser negativo.
Además, los algoritmos refuerzan esta influencia: si un joven ve un video con un estilo particular (ya sea estética narco, vida de lujo, moda urbana o sensualidad extrema), las plataformas comienzan a mostrarle más contenido del mismo tipo, creando un círculo que moldea gustos, valores y aspiraciones casi sin que se dé cuenta.
Mientras tanto, la presión por "encajar" en las tendencias digitales lleva a muchos jóvenes a cambiar su forma de hablar, actuar, vestir y comportarse, aun cuando no se sientan plenamente identificados con ello. "Lo hacemos para pertenecer", coinciden psicólogos consultados.