La situación que enfrentan los agricultores tras la cosecha de los cultivos primavera-verano se ha vuelto cada vez más crítica. Durante los meses de noviembre y diciembre, se recolectaron los productos de temporada, pero lejos de representar una ganancia, esta cosecha ha dejado a muchos productores al borde del abandono de sus tierras, ya que producir alimentos ya no es rentable.
Los rendimientos obtenidos no han sido bajos: el maíz alcanzó entre siete y ocho toneladas por hectárea, y el trigo entre cinco y seis. Sin embargo, el problema central radica en los precios de venta, que siguen estando muy por debajo de los costos de producción.
La situación se agrava por la urgencia que tienen muchos agricultores para vender sus productos de inmediato, ya sea para cubrir deudas o solventar sus necesidades básicas. Esta presión los obliga a aceptar precios bajos, lo que termina por profundizar sus pérdidas.
Sembrar trigo se ha convertido en un verdadero reto económico. La inversión por hectárea se estima entre 45 mil y 48 mil pesos, a lo que se suma el alto precio del combustible, que actualmente se encuentra en 27 pesos por litro. Este costo incide directamente en los gastos operativos, especialmente en el uso de maquinaria como la trilladora, cuyo servicio llega a costar hasta cinco mil pesos por hectárea.
Pese a estos gastos, el precio del trigo en la bolsa de Chicago, previsto para mayo, se mantiene en alrededor de cinco mil 300 pesos por tonelada. Esto significa que los agricultores no lograrán recuperar ni siquiera 35 mil pesos por cada hectárea sembrada, lo que representa una pérdida significativa y sostenida.
Ante esta realidad, muchos productores han optado por abandonar sus cultivos, poniendo en riesgo la continuidad de la producción agrícola nacional y la seguridad alimentaria del país. Las organizaciones del sector han hecho un llamado urgente a las autoridades para implementar medidas que permitan revertir esta tendencia, como subsidios, apoyos al combustible o esquemas de precios de garantía.