El cáncer de próstata es una de las principales enfermedades crónico-degenerativas que afectan a los hombres. Se caracteriza por su avance lento pero progresivo, y por la falta de síntomas en sus etapas iniciales. En muchos casos, la enfermedad se detecta cuando ya está muy avanzada, lo que complica el tratamiento y reduce las probabilidades de éxito. Uno de los factores que más contribuyen a este diagnóstico tardío son los tabús y prejuicios que aún existen alrededor de las pruebas de detección, especialmente el tacto rectal y los análisis de sangre.

Las primeras revisiones deben comenzar a los 50 años para los hombres sin factores de riesgo. Sin embargo, aquellos con antecedentes familiares de cáncer de próstata, deben iniciar los chequeos desde los 40 años.
Las pruebas de detección incluyen dos procedimientos. El primero es el análisis de sangre del Antígeno Prostático Específico (PSA), una prueba sencilla y rápida que mide una proteína producida por la próstata. El segundo es el examen digital rectal, que permite evaluar el tamaño y la textura de la glándula. Ambos estudios son complementarios y, en conjunto, ofrecen una valoración más precisa.

Los especialistas recomiendan realizar estas pruebas una vez al año, especialmente a partir de los 50 años. La detección temprana puede salvar vidas: romper los tabús y acudir a revisiones oportunas es la mejor herramienta de prevención.