Con ritmos pegajosos y letras crudas, los narcocorridos se han convertido en una banda sonora polémica en la vida de millones de mexicanos. El subgénero de los tradicionales corridos mexicanos, narran historias sobre el mundo del narcotráfico: desde la vida de capos y sicarios, hasta sus lujos, excesos y poder. A pesar de su cuestionado contenido, su popularidad crece principalmente entre jóvenes de entre 14 y 25 años, quienes los consumen de forma masiva en plataformas como YouTube y Spotify.
Sin embargo, ante la creciente violencia y el temor de que estos temas normalicen el delito, estados como Jalisco, Michoacán, Estado de México, Baja California, Aguascalientes, Querétaro, Quintana Roo, Chihuahua y Nayarit han aplicado restricciones o directamente prohibido la interpretación de estos temas en espacios públicos. Las sanciones no son menores. En Tijuana, las multas por cantar narcocorridos pueden superar 1.2 millones de pesos, mientras que en Chihuahua o Texcoco los artistas se enfrentan a penas de cárcel o cancelaciones de conciertos.
Los narco corridos representan una expresión cultural popular con arraigo histórico, aunque hacen apología a los delitos y la vida criminal.
Más allá de prohibiciones o multas, el reto es generar alternativas culturales que conecten con la juventud desde la identidad, pero sin glorificar el delito. A la fecha son 10 de los 32 estados mexicanos que han aplicado prohibiciones o limitaciones a la transmisión de esta música en lugares públicos.