Durante el último mes del año, Oaxaca se convierte en uno de los epicentros de fe más intensos del país, cuando miles de personas rinden culto a las tres vírgenes más veneradas de México: la Virgen de Juquila, la Virgen de Guadalupe y la Virgen de la Soledad. El calendario inicia el 8 de diciembre, cuando a la medianoche se escuchan las primeras mañanitas y cantos dedicados a la Virgen de Juquila, manifestación que cada año reúne a peregrinos que viajan desde diversos puntos del estado para agradecer favores y renovar promesas.
Cuatro días después, el fervor se extiende al ámbito nacional con la fiesta de la Virgen de Guadalupe, cuya tradición se remonta a las apariciones de 1531 en el cerro del Tepeyac, donde los relatos señalan que la Virgen María se presentó en dos ocasiones a Juan Diego.
Oaxaca destaca en esta devoción no solo por la participación masiva de sus fieles, sino porque en su territorio se encuentra la pintura de la Virgen de Guadalupe más grande del mundo.
En la Iglesia de la Crucecita, en Santa María Huatulco, se levanta esta obra monumental de 20 metros de largo que cubre por completo la cúpula del templo, una pieza que le otorgó un récord Guinness y que sorprende a cualquiera que mira hacia arriba para apreciar la obra creada por el pintor José Ángel Del Signo con el apoyo del maestro Marco Antonio Contreras Andrade. Su elaboración tomó 18 meses y los materiales utilizados garantizan una durabilidad de hasta 50 años.
Sin embargo, es la Virgen de la Soledad la que concentra la devoción más profunda de los oaxaqueños. La historia se remonta al 18 de diciembre de 1620, cuando un arriero encontró la imagen tras la caída de su mula, hecho que daría origen a la construcción del templo. Cada año, la celebración se transforma en un encuentro lleno de verbenas, comida típica y convivencia comunitaria. En conjunto, estas festividades forman un mosaico cultural donde conviven ofrendas, calendas, música y rituales indígenas que se entrelazan con la liturgia católica, manteniendo viva una tradición que define la identidad espiritual de Oaxaca.