El ruido se ha convertido en uno de los contaminantes más agresivos y persistentes del Istmo de Tehuantepec, donde afecta de manera directa la salud y calidad de vida de la población al provocar trastornos físicos, pérdida auditiva y desequilibrios psicológicos. En los últimos meses, las quejas ciudadanas han aumentado de forma notable, especialmente en municipios como Santo Domingo Tehuantepec, Juchitán y Salina Cruz, donde el estruendo constante de motocarros y otros vehículos automotores rebasa los niveles permitidos y roba a los vecinos la posibilidad de descansar. Los motores y escapes modificados se escuchan a cualquier hora del día, generando un ambiente sonoro insoportable impidiendo el descanso y generando una atmósfera de irritación permanente.
Solo en Juchitán se estima la circulación de más de 5,000 motocarros, mientras que en Tehuantepec operan más de diez organizaciones sindicales que movilizan al menos 100 unidades por día a distintos puntos de la ciudad. En San Blas Atempa, la concentración de motocarros es mayor en el primer cuadro, complementándose con unidades provenientes de Tehuantepec. Este crecimiento desordenado del transporte motorizado ha intensificado la percepción de caos sonoro entre la población.
Históricamente la región ha visto intentos aislados de regulación; Juchitán cuenta con un reglamento municipal contra la contaminación auditiva, pero su cumplimiento ha sido irregular debido a la resistencia de transportistas y comerciantes. En Tehuantepec, las autoridades han reiterado desde 2016 que la emisión de ruido está sujeta a la Ley Orgánica Municipal y a la NOM-011-STPS-2001, que prevé sanciones, pero en la práctica no existen sistemas permanentes para medir ni castigar las violaciones.
A ello se suma el impacto previsto por los proyectos in industriales y ferroviarios asociados al Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, cuyos estudios de 2024 y 2025 advierten incrementos potenciales en la contaminación del aire y el ruido con la expansión de la infraestructura. Mientras tanto, la falta de control permite que carros y motos, negocios con bocinas en las entradas, mototaxis modificados, combis y autobuses recorran las calles con altavoces a alto volumen. La ausencia de operativos deja a la ciudadanía con la carga de reportar y presionar para que se actúe, para exigir acciones que, hasta ahora, no han llegado.