Las fugas de agua negra, por drenajes colapsados, es un mal latente en varios municipios de la región del Istmo de Tehuantepec, impactando en la salud de los ciudadanos, al ser grandes focos de contaminación que pueden estar expuesto por varias semanas.
De acuerdo con el personal de obras públicas, la red de drenaje de distintos municipios de esta región, tiene cuando menos, 20 o 40 años de antigüedad en el mejor de lo casos, la mayoría de materiales como cemento o pvc, con diámetros menores a 8 pulgadas, siendo insuficientes ante la creciente población.
Los nuevos lineamientos demandan como diámetro mínimo de 8 pulgadas, alcanzando las 30 pulgadas.
Para poder subsanar esta problemática, es necesario una fuerte inversión, la cual, muchos gobernantes deciden dejar de un lado, ya que no es vistosa, como lo es un nuevo parque o un edificio, ya que el drenaje va enterrado.
Tan solo en el municipio de Juchitán, luego de los sismos del 2017 y 2018, se reportaron 70 puntos afectados del drenaje sanitario, por lo que se requería una inversión de mil 200 millones de pesos, 10 veces más de lo que reciben de aportaciones municipales para obras, logrando solo la aplicación de 48 millones de pesos para sustituir 4.5 kilómetros de tubería, resultado esto insuficiente para la población, panorama que se repite en otros municipios.
Aunque la atención de las infraestructuras básica como el drenaje, es un requisito indispensable para el desarrollo integral, pocos logran inversiones relevantes en este rubro o lo hacen cuando de manera emergente ante la crisis que se atraviesa.