En Oaxaca, contar con un empleo no garantiza seguridad económica ni bienestar. Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del segundo trimestre de 2025, el estado presenta una de las tasas de participación económica más bajas del país, con apenas el 56.2% de la población de 15 años y más involucrada en el mercado laboral. Esto significa que poco más de la mitad de los oaxaqueños en edad productiva trabaja o busca empleo activamente.
Pero el desafío no se limita a la cantidad de trabajadores, sino a la calidad de los empleos y los ingresos que generan. La tasa de ocupación alcanza el 54.6%, aunque un 7.9% de los trabajadores se encuentra subocupado; es decir, laborando menos de 35 horas por semana o percibiendo salarios inferiores al mínimo, evidenciando que trabajar no garantiza cubrir necesidades básicas; por lo que la tasa de desocupación abierta de 2.8% parecería positiva, pero en un contexto de informalidad tan elevada, este indicador oculta la precariedad para los empleados.
La informalidad afecta al 73.5% de los trabajadores, dejando a casi tres de cada cuatro sin acceso a seguridad social o prestaciones; sectores como comercio, agricultura, construcción y servicios personales concentran la mayor ocupación, pero incluso en estas áreas por la falta de oferta, las personas siguen laborando por necesidad así sea sin protección laboral.
En cuanto a ingresos, el 34.2% gana hasta un salario mínimo, otro 28.7% entre uno y dos, y solo el 5.6% supera los cinco salarios mínimos. La situación en Oaxaca impulsa una movilidad social de trabajar para subsistir, no para progresar. La tasa de condiciones críticas de ocupación que combina bajos ingresos y largas jornadas se ubica en 36.1%, lo que evidencia que más de un tercio de los trabajadores vive en precariedad.
La dispersión territorial y la diversidad étnica del estado dificultan aún más la formalización del empleo. Las comunidades rurales, serranas e indígenas enfrentan barreras como la falta de conectividad, escasa capacitación, carencia de transporte y desigualdad educativa. En ese contexto, la informalidad no es una elección libre, sino la única alternativa de supervivencia para miles de familias que cada día trabajan sin garantías, sin estabilidad y sin futuro.