El panteón Domingo de Ramos, en Juchitán de Zaragoza, se transformó este domingo en un colorido jardín donde cientos de familias zapotecas acudieron desde tempranas horas para honrar a sus seres queridos, en una tradición profundamente arraigada con la llegada de la Semana Santa. Con flores, veladoras y oraciones, los juchitecos recordaron a sus difuntos en una jornada llena de memoria, convivencia y costumbre.
Desde antes del amanecer, personas como Mariana López Sánchez y sus hermanas llegaron al cementerio para preparar las tumbas de sus familiares. El ambiente fue de respeto, pero también de alegría por reencontrarse espiritualmente con quienes ya partieron.
El exterior del camposanto también se llenó de vida: comerciantes ofrecieron flores, veladoras, cruces de madera y alimentos típicos, mientras los visitantes compraban, compartían y recorrían los pasillos entre sepulturas. El cementerio lució tapizado de colores y aromas, símbolo del amor y la permanencia de la memoria familiar.
Durante su estancia, las familias disfrutaron de platillos tradicionales como el tamal de iguana, garnachas y dulces de la región, acompañados por música, anécdotas y momentos de reflexión. "Hoy es un día especial, venimos a platicar con nuestros difuntos, a recordar que siguen con nosotros", expresó Alfredo Santiago Rasgado, uno de los asistentes.
Para muchos juchitecos, esta costumbre no es solo una visita, sino un acto de reafirmación cultural. "Es una tradición hermosa que mantenemos viva desde generaciones. Hoy el panteón se llena de flores, de incienso y de recuerdos", afirmó Yanira del Carmen López, originaria de Juchitán y residente de Salina Cruz. Así, el Domingo de Ramos no solo marca el inicio de una celebración religiosa, sino también el fortalecimiento