En un país donde el teléfono celular dejó de ser un lujo para convertirse en una prolongación de nuestro cuerpo. Según la Encuesta Nacional Mitofsky de mayo de 2025, el 48.4 % de los mexicanos regresaría a casa si olvida su celular, una cifra que refleja cómo este dispositivo se ha vuelto indispensable en la rutina diaria. Más allá de su función original para realizar llamadas, hoy el celular se usa principalmente para enviar mensajes (94.7 %), acceder a redes sociales (91.1 %), tomar fotografías (85.0 %), escuchar música (65.4%) y jugar (45.2 %). Además, el 81.3 % lo utiliza para educación en línea y más del 35 % para trámites digitales, convirtiéndolo en una oficina portátil, una sala de clases y una ventanilla gubernamental al alcance de la mano.
La integración del celular es tan profunda que el 85% de los usuarios lo lleva incluso al ir a comer fuera, y más de la mitad duerme con él al alcance. Esta cercanía constante también tiene consecuencias: uno de cada siete usuarios lo revisa cada 1 a 5 minutos, el 15.1 % lo utiliza mientras maneja, aumentando significativamente el riesgo de accidentes y casi una cuarta parte lo consulta en el cine, lo que afecta la atención y la calidad de la convivencia social. Estos hábitos reflejan una creciente dependencia emocional y funcional hacia el dispositivo.
En Oaxaca, sin embargo, esta integración tecnológica avanza de manera desigual. Según datos de la Encuesta Nacional Sobre Disponibilidad Y Uso De Tecnologías de la Información en los Hogares por el INEGI, en 2024 solo el 69.6 % de los mayores de seis años usó teléfono celular, muy por debajo del promedio nacional de 81.7 %.
Además, mientras en las ciudades el acceso a internet y dispositivos móviles es mucho más amplio, en regiones rurales persisten limitaciones técnicas y económicas que restringen su uso y funcionalidad. Así, el celular ya no es solo una extensión del cuerpo, sino también del tiempo, el espacio y la mente. Su influencia en la vida diaria es innegable, pero también lo es la necesidad de fomentar un uso más equilibrado, consciente y accesible para todos, reduciendo tanto la brecha digital como la dependencia compulsiva.