En los pasillos del supermercado, los refrigeradores exhiben una gran variedad de marcas y precios de jamón
A simple vista, todos parecen similares: color rosado, empaques con imágenes atractivas y etiquetas que suenan familiares. Pero no todos son lo que aparentan.
La Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) realizó un nuevo estudio para verificar qué productos cumplen con las reglas y cuáles no.
Lo que encontró fue claro: algunos alimentos que se venden como si fueran jamón, no lo son. Y eso no solo afecta el bolsillo, también la salud
¿Qué descubrió Profeco?
21 jamones comerciales, clasificados por tipo de carne y nivel de proteína.
5 jamones económicos.
13 productos con otras denominaciones, como "embutido cárnico cocido" o "producto cárnico de pavo y cerdo".
1 producto vegano de imitación.
Algunos utilizan términos confusos y no pueden demostrar con evidencia por qué no se les debe considerar "productos imitación"
¿Por qué esto es importante?
Porque el jamón, por ley, debe elaborarse con al menos 55% de pierna trasera de cerdo o muslo de pavo, según la NOM-158-SCFI-2003.
Los productos que no cumplen con esto pueden contener cualquier mezcla de carne ?incluyendo pollo, cerdo, pavo o pastas cárnicas? además de aditivos y soya en cantidades variables, sin ninguna obligación de apegarse a estándares nutrimentales específicos.
La proporción del 55% garantiza un mínimo de proteína y una calidad esperada
Clasificaciones del jamón (y lo que significan)
El jamón se clasifica principalmente por su contenido de proteína, grasa y fécula. Dos tipos son los más accesibles para el público:
12% de proteína libre de grasa
10% de grasa
10% de fécula
10% de proteína libre de grasa
10% de grasa
10% de fécula
Estos elementos influyen directamente en el precio y en el valor nutricional del producto
¿Cómo saber si estás comprando jamón real?
Profeco recomienda:
El tipo de carne usada (cerdo o pavo)
El porcentaje mínimo de carne (al menos 55% para llamarse "jamón")
La clasificación del producto
Evitar productos con nombres ambiguos, como "embutido cocido" o "producto cárnico"
Independientemente del tipo de jamón, estos productos suelen contener altos niveles de sodio, nitritos y fosfatos, compuestos que, en exceso, pueden representar un riesgo, especialmente para personas con enfermedades cardiovasculares o hipertensión.
Por eso, Profeco también recuerda la importancia de consumirlos con moderación.
Elegir un producto con etiqueta engañosa no solo afecta tu economía -pagas por algo que no es lo que dice ser-, también afecta lo que comes.
Y si el jamón forma parte frecuente de tu dieta o la de tu familia, tener información clara es la única forma de tomar decisiones con criterio