Han pasado más de siete meses desde que entró en vigor la restricción a la venta de comida chatarra en las escuelas mexicanas. La medida, impulsada para combatir la obesidad infantil y promover hábitos alimenticios más saludables, buscaba transformar los entornos escolares en espacios donde niñas, niños y adolescentes tuvieran acceso a opciones nutritivas.
Sin embargo, en la práctica, el avance de su implementación sigue siendo poco claro y, en muchos casos, prácticamente nulo.
De acuerdo con datos de la plataforma Mi Escuela Saludable, en la entidad mexiquense se han registrado 2,684 reportes por la venta de productos no autorizados. Estos señalamientos corresponden a 1,407 planteles escolares.
Según los reportes, el 66.7% de las escuelas vende refrescos, pese a la prohibición explícita de comercializar bebidas azucaradas. Aún más contundente es que el 88.3% continúa ofreciendo comida chatarra, desde frituras hasta dulces ultraprocesados.

En el margen de un país que ostenta el primer lugar en obesidad infantil, especialistas en nutrición aseguran que el consumo constante de estos productos pueden desencadenar casos de obesidad y diabetes tipo 2. Y afirman que no es solo un hábito cultural sino una "emergencia sanitaria silenciosa".
Solo el 1.3% de las escuelas en el Estado de México cumple al pie de la letra la prohibición de vender comida chatarra. Es decir, de cada 100 escuelas, apenas una está alineada por completo con la normativa.

La transformación de los entornos escolares saludables continúa siendo, más que una realidad, una asignatura pendiente.