Para los productores agrícolas, cuidar las siembras de fenómenos naturales es prioridad. Las condiciones climáticas y la intensidad de ellas no siempre se pueden predecir y por ello se han buscado alternativas como la modificación artificial del tiempo meteorológico, que protege las cosechas, un ejemplo de ello son los cañones antigranizo. Es bien sabido que las grandes tormentas de granizo son capaces de dañar plantas, frutos y cosechas. Estos cañones manipulan y alteran la intemperie a través de ondas de choque mediante explosiones producidas por emociones de una mezcla de gas acetileno y oxigeno y estas son dirigidas hacia las nubes para que interfieran con el desarrollo de las partículas de las fuertes tormentas de granizo que afectan severamente a las cosechas, para convertirlas en lluvia o granizo blando. En México dichos cañones se han comercializado desde los años sesenta. En el Estado de México, estos cañones comenzaron a ser utilizados a mediados del siglo XX y desde entonces ha crecido una gran controversia, ya que se relaciona su operación con la falta de lluvia en algunas zonas de la entidad, además de tener repercusiones negativas sobre zonas agrícolas, pues se señala que el ruido ambiental al emitir ondas sonoras de alta intensidad para impedir la formación de granizo, contribuyen al desplazamiento de especies, además de la posible contaminación del suelo y el agua. aunque eso no está comprobado científicamente. Es en la zona Norte dónde vecinos han denunciado que empresas privadas llevan a cabo esta práctica, lo que dicen afecta sus cultivos y pese a las manifestaciones de rechazo, por ahora no hay evidencia de que eso suceda.