En las mesas mexicanas, la carne roja ha ocupado históricamente un lugar privilegiado.
Sin embargo, en los últimos años, el consumo de este alimento ha comenzado a reflejar cambios impulsados por factores económicos, de salud y ambientales. Mientras algunos estudios advierten sobre los riesgos de un consumo excesivo, otros subrayan su aporte nutricional.
Lejos de los mitos que la rodean, diversos especialistas en nutrición coinciden en que, consumida de manera responsable y dentro de una dieta equilibrada, la carne roja puede ofrecer valiosos beneficios para la salud.
Rica en proteínas de alta calidad, hierro, zinc y vitaminas del complejo B, su inclusión adecuada en los hábitos alimenticios puede contribuir al bienestar general y al mantenimiento de la energía diaria.
Por otro lado, el consumo excesivo de carnes rojas, y especialmente procesadas puede incrementar la probabilidad de enfermedades cardiovasculares, cáncer de colon, hipertensión y diabetes tipo 2.
Esto se debe a su alto contenido de grasas saturadas, colesterol, sodio y compuestos químicos generados durante su procesamiento y cocción.
Aunque el consumo de carne roja en México sigue en aumento, con un promedio anual de 65 kg por persona y un consumo específico de carne de res de 15.2 kg per cápita.
El Estado de México, por su ubicación estratégica y su alto nivel de consumo, figura entre las entidades con mayor demanda de carne de bovino