Aunque el Estado de México concentra millones de consumidores, buena parte de lo que llega a su mesa no se produce dentro de la entidad. La pregunta es inevitable, ¿por qué no alcanza a generar lo suficiente para abastecerse?
Tras tres décadas de libre comercio, México se ha vuelto peligrosamente dependiente de la agricultura de Estados Unidos, particularmente en granos básicos como el maíz, donde la dependencia ya supera el 50 por ciento, de acuerdo con cifras oficiales del Gobierno de México.
A decir de Luciano Escobedo, ingeniero agrónomo y agricultor mexiquense, la situación del campo mexicano se ha agravado por la sequía que golpea las áreas de agricultura comercial, la falta de recursos para incentivar la producción y las políticas erráticas que en el sexenio pasado desmantelaron los escasos programas de financiamiento, la comercialización y fomento agrícola.
En 2024, la producción de granos básicos alcanzó su nivel más bajo en la última década. A este panorama se suma el creciente peso de las importaciones. De acuerdo con el Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA), ese mismo año el maíz amarillo importado alcanzó las 24 millones de toneladas, mientras que el maíz blanco se ubicó en 200 mil toneladas. Sin embargo, para 2025 la dependencia dio un salto preocupante, tan solo entre enero y mayo, la importación de maíz blanco creció 163.8 por ciento, con 430 mil toneladas.
En el caso del Estado de México, las causas se reflejan de manera clara: la falta de relevo generacional ha dejado numerosas parcelas abandonadas, pues las nuevas generaciones no encuentran rentable ni atractivo el trabajo agrícola.
A ello se suma que la mayoría de los municipios se concentran en la producción de maíz y avena, con pocos espacios destinados a cultivos distintos como las verduras, lo que obliga a traerlos de otros estados y termina por encarecer los alimentos en la mesa de los consumidores.
El Estado de México, con millones de consumidores, enfrenta la paradoja de no poder sostenerse con lo que produce. La ruta que tome definirá no solo su autosuficiencia alimentaria, sino también el porvenir del campo y de quienes todavía lo cultivan.