El Oro: Un tesoro enterrado en el tiempo
Hoy me encuentro en El Oro, un pueblo mágico al norte del Estado de México, casi tocando el pueblo natal de la abuela Lola.
Hace un siglo, este lugar era el París de América Latina, una ciudad próspera, cosmopolita, donde la gente vivía a todo lujo gracias a las minas de oro. Hoy, las calles empedradas y las casas de arquitectura colonial son testigos mudos de aquella época dorada.
El nombre "El Oro" no es casualidad. Este lugar debe su fama a las ricas vetas que se escondían bajo tierra. Para entender mejor esta historia, visité el Museo Estatal de Minería. Entre herramientas antiguas, fotografías y objetos personales, pude imaginar la dura vida de los mineros del siglo XIX.
La aventura continuó en el Socavón San Juan, donde descendimos 73 metros bajo tierra, el frío era intenso, la oscuridad total y, lo más extraño, se escuchaban voces y el sonido de picos y palas. Una experiencia escalofriante que me dejó con más preguntas que respuestas.
Para terminar con broche de oro, me dirigí al Palacio Municipal, un edificio imponente que domina la plaza principal. Allí, mientras admiraba la arquitectura, decidí probar un bolillo recién salido del horno de leña. El Oro es un lugar donde el tiempo parece haberse detenido, un remanso de paz en medio del caos del mundo moderno.
