La incineración de residuos sólidos urbanos en México es una práctica que ha ganado terreno como alternativa para enfrentar la creciente generación de basura. Sin embargo, también ha despertado un intenso debate sobre sus implicaciones ambientales y sanitarias.
En el Estado de México, donde la presión sobre la basura es cada vez mayor, esta tecnología representa una opción viable, pero no exenta de riesgos y cuestionamientos.
La incineración es un proceso de tratamiento térmico mediante el cual se queman residuos orgánicos bajo condiciones controladas y a altas temperaturas. Este método puede reducir el volumen de los desechos hasta en un 90% y su peso en un 80%. Además, puede generar energía aprovechable.
En el contexto mexiquense, donde se producen diariamente 16 mil 636 toneladas de residuos sólidos urbanos. Su implementación podría aliviar parte de la presión sobre los rellenos sanitarios.
Actualmente, los municipios de Tlalnepantla y Lerma cuentan con incipientes plantas incineradoras en operación. Estas instalaciones han logrado reducir apenas en un 1.2% los residuos que terminan en tiraderos al aire libre.
Organizaciones como Greenpeace han advertido que "el argumento de quemar residuos para recuperar energía es bueno para vender estos proyectos, pero si ahorrar energía es el objetivo, entonces se puede lograr más mediante la reutilización y el reciclaje".
Así, la incineración de residuos se presenta como una herramienta que puede complementar, pero no sustituir, un enfoque integral de gestión de basura.