La juventud actual se caracteriza por personas que no se conforman con los paradigmas o presiones sociales pre-establecidos. Marchan a su propio ritmo y han creado nuevas rutas hacia el "matrimonio" y la "familia" posponiéndolos o abandonándolos por completo.
Dentro de este contexto, cifras del INEGI indican que en los últimos 50 años el número de enlaces matrimoniales heterosexuales ha disminuido hasta en un 45% , principalmente dentro del sector de la población considerado como "millenial" y "centenial" los cuales optan cada vez más por compartir el techo y los gastos sin papeles de por medio, y muchas veces sin tener hijos.
La desigualdad económica es uno de los principales factores para que los jóvenes decidan no casarse y no tener hijos. Asimismo, los millennials son la generación más educada y preparada pero mal pagada, razón por la que se sienten poco aptos para el matrimonio.
La autonomía y la libertad para desarrollarse como individuos se han convertido en pilares esenciales en la toma de decisiones respecto a la formación de una familia.
Los jóvenes de hoy tienden a valorar sus metas individuales y profesionales, reconociendo la importancia de alcanzar el éxito en sus carreras y perseguir sus pasiones antes de comprometerse con las responsabilidades asociadas a la paternidad y el matrimonio.
Este cambio de enfoque priorizar la construcción de una vida centrada en el amor de pareja y metas compartidas alejándose de los esquemas preestablecidos y desafiando los cánones sociales arraigados.
La búsqueda de la autorrealización, la autonomía, la flexibilidad en las relaciones y una redefinición de los roles de género son elementos clave que impulsan esta tendencia, marcando un cambio significativo en la concepción de la vida en pareja en donde el amor es el hilo conductor de su destino.