México enfrenta un nuevo y alarmante escenario económico en este 2025: la estanflación, una combinación peligrosa entre estancamiento económico y una inflación persistente. Según estimaciones recientes de la OCDE, el país registrará un crecimiento inferior al 1%, colocándose en apenas un 0.6% del PIB. Esto representa una caída significativa frente al 1.2% que se tenía previsto inicialmente.
La inflación, por su parte, se sitúa en 3.67% anualizada, una cifra que, si bien moderada en apariencia, es alarmante cuando se combina con un estancamiento económico severo.
En un entorno de estanflación, el país enfrenta un cóctel nocivo: desempleo elevado, baja demanda de productos y pérdida del poder adquisitivo, mientras los precios de bienes y servicios continúan al alza.
En ciudades como Toluca, ya se han registrado aumentos de precios por encima de la media nacional en los últimos meses.
Si la estanflación se consolida, el encarecimiento de alimentos, combustibles, transporte y vivienda se acentuará. Esta presión económica reducirá el consumo de productos no esenciales, afectando directamente a los comercios locales y pequeñas empresas.
Y mientras la sombra de la estanflación se cierne sobre el país, el gobierno mexicano, con actitud displicente, asegura que los hogares tienen "ahorros suficientes" para enfrentar una posible recesión. Una afirmación que contrasta con la realidad diaria de millones de ciudadanos que ven cómo sus ingresos se diluyen frente al aumento de precios.
La estanflación no es solo una amenaza abstracta: es una realidad que empieza a tomar forma en las cifras, en los bolsillos de la gente y en la desaceleración visible de la economía nacional.