En Toluca, donde el cielo y el infierno convergen entre demonios e ídolos de carácter casi divino, la cultura futbolera se cuenta también a través de la vestimenta. En cada esquina del centro histórico, en los bazares o en las plazas comerciales, los colores rojos, azulcremas o celestes ondean con orgullo o desafío. El fútbol ha tomado las calles, y con él, el negocio de las camisetas se ha vuelto un fenómeno que combina pasión, identidad y mercado.
Desde el comienzo de la década actual, el mercado de los jerseys de fútbol ha experimentado un crecimiento imparable. Hoy, el diseño de las camisetas es casi una industria patrimonial: una pieza sencilla puede encontrarse desde los 100 pesos, pero los llamados "santos griales", aquellas reliquias firmadas o de edición limitada, alcanzan los 33 mil pesos. No se trata solo de tela o de escudos bordados; son historias encapsuladas en poliéster.
Diego y Juan Pablo García, padre e hijo, comparten un vínculo más fuerte que la sangre: la pasión por el fútbol. Juan Pablo se enamoró de los jerseys gracias a Jorge Campos. Para él, un jersey es un pedazo de poliéster que narra historias de superación, amor propio, perseverancia, tristeza y hasta resiliencia.
Hoy, el negocio de los jerseys le permite sacar adelante a su familia, buscando piezas de colección a lo largo de la República y el mundo.
Por su parte, su hijo Diego, heredero de un nombre futbolero, asegura que la pasión por el Deportivo Toluca lo ha llevado a lucir un jersey de los Diablos cada día de la semana. Para él, una camiseta no es solo una prenda: "es una extensión de la personalidad, el símbolo de quién eres y lo que expresas al mundo"
El fútbol ha trascendido las líneas de cal y en una capital futbolera como Toluca, vestir una camiseta ya no es una armadura de guerra, sino una forma de expresión. Es identidad, moda y, por supuesto, un gran negocio.