En el Valle de Toluca flota un enemigo casi imperceptible, pero constante las partículas PM2.5, consideradas como uno de los contaminantes más peligrosos para la salud humana.
Este material particulado, con un diámetro menor a 2.5 micras, proviene principalmente de la quema de combustibles, el tránsito vehicular, la industria y las actividades domésticas.
El PM2.5 tiene la capacidad de penetrar profundamente en los pulmones y llegar al torrente sanguíneo, lo que provoca daños en el sistema respiratorio y cardiovascular. Según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA), las partículas más pequeñas son las más peligrosas, pues pueden afectar tanto a los pulmones como al corazón.
En el Valle de Toluca las partículas PM2.5 suelen superar con frecuencia los límites recomendados por la Organización Mundial de la Salud, que establece un máximo de 5 microgramos por metro cúbico como promedio anual. Según los reportes mensuales de la Red Automática de Monitoreo Atmosférico de la Zona Metropolitana del Valle de Toluca, de enero a septiembre se han registrado 108 días que rebasaron el valor límite de la norma, sin considerar que durante los meses de mayo y junio no se realizó dicho registro.
Las condiciones meteorológicas del valle, combinadas con el crecimiento urbano y vehicular, generan un escenario donde los contaminantes permanecen más tiempo suspendidos en la atmósfera.
Los grupos más vulnerables son niños, adultos mayores y personas con enfermedades respiratorias. Además, el impacto no se limita a la salud, la mala calidad del aire también reduce la visibilidad, afecta la vegetación y contribuye al cambio climático.
Aunque el PM2.5 es prácticamente invisible, sus consecuencias son palpables. En una ciudad que crece y se densifica cada año.