La devoción a Santa María de Guadalupe ocupa un lugar central en la historia cultural y religiosa de México.
Esta figura mariana ha desempeñado un papel fundamental en el proceso de evangelización, convirtiéndose en un símbolo arraigado en la identidad nacional y como partícipe en momentos cruciales de la historia mexicana.
La imagen de la Virgen, con rasgos mestizos, se erigió como un puente entre las culturas europea e indígena, facilitando la asimilación del cristianismo.
Durante la lucha por la independencia en el siglo XIX, el estandarte con la imagen de la Virgen de Guadalupe se convirtió en un emblema para la insurgencia. En la Revolución Mexicana, su figura se utilizó para movilizar a las masas, simbolizando la lucha por la justicia social y la libertad, siendo llevada por Emiliano Zapata en su ingreso a la Ciudad de México.
La Virgen, a menudo llamada "La Morenita," encarna la ternura y protección maternal. Este aspecto maternal ha consolidado la devoción, ya que la Virgen de Guadalupe es percibida como una madre que cuida y guía a sus hijos.
La veneración a Santa María de Guadalupe alcanza su punto álgido cada 12 de diciembre, fecha en la que alrededor de 12 millones de peregrinos se congregan en la Basílica de Guadalupe, el segundo santuario católico más visitado del mundo, sólo por debajo de la catedral de San Pedro en Roma.
Esta peregrinación masiva refleja la devoción arraigada y la importancia continua de la Virgen en la vida de los mexicanos, consolidándose como un pilar cultural, espiritual y simbólico para el país.