En los últimos años, la discusión sobre los embarazos en la adolescencia ha dejado de ser únicamente un tema de salud pública para vincularse también con aspectos culturales y contextos de violencia. Muchas jóvenes enfrentan presiones sociales, afectivas o incluso coercitivas que condicionan su decisión o la imposibilidad de decidir sobre su maternidad.
A ello se suma la influencia de las redes sociales, donde en algunas comunidades virtuales la maternidad temprana se presenta no sólo como un hecho biológico, sino como un símbolo de estatus, pertenencia y realización personal.
Un ejemplo de esta tendencia son las llamadas blog moms, influencers y creadoras de contenido que documentan su maternidad en redes sociales y contribuyen, a veces sin intención, a normalizar y embellecer la experiencia de ser madre joven.
A la par, las condiciones económicas, familiares y sociales influyen de manera decisiva en esta realidad: la falta de oportunidades educativas o laborales, sumada a entornos marcados por la pobreza, la violencia o la desintegración familiar, lleva a que algunas adolescentes vean en la maternidad una forma de obtener identidad, afecto o estabilidad emocional.
En 2024, según datos de la Secretaría de Salud, se registraron más de 92 mil 600 nacimientos de madres adolescentes entre 15 y 17 años, así como casi 8 mil casos de niñas de entre 10 y 14 años. En el Estado de México, la cifra alcanzó los 37 mil nacimientos, incluidos 783 de menores de 15 años.
A decir de la maestra en igualdad de género Rocío Álvarez Miranda. la maternidad adolescente está fuertemente influida por la violencia de género, el acceso limitado a la educación sexual y las desigualdades sociales; sin embargo, las historias individualizadas que circulan en redes pueden invisibilizar estas causas estructurales e incluso desprestigiar las experiencias de quienes enfrentan esta situación en contextos de vulnerabilidad, al presentar la maternidad joven como una elección sencilla o deseable.