Cada mañana, incluso antes de que amanezca por completo, miles de personas despiertan no por voluntad propia, sino por el estruendo de bocinas, el zumbido incesante de los motores y los gritos que rebotan en las calles.
El silencio, que alguna vez fue sinónimo de descanso y tranquilidad, hoy parece un privilegio reservado para muy pocos.
En muchas zonas, los niveles de sonido superan los límites recomendados por la Organización Mundial de la Salud, que establece un máximo de 55 decibeles (dB) durante el día y 40 decibeles por la noche para prevenir daños a la salud. En el caso de México, la Norma Oficial Mexicana 081 regula los límites máximos permisibles de emisión de ruido en el medio ambiente, mientras que la NOM 011 se enfoca en la exposición al ruido en los centros de trabajo, buscando proteger la salud auditiva de los trabajadores.
En el EsEscapar del ruido urbano es casi imposible, especialmente en ciudades como Toluca que inician su actividad desde muy temprano. Para proteger la salud auditiva, se recomienda usar tapones para los oídos, reducir el volumen de dispositivos personales y evitar la exposición prolongada a sonidos intensos. También es clave fomentar la conciencia sobre este problema y denunciar fuentes de ruido excesivo
En el Estado de México, y particularmente en el Valle de Toluca, el ruido se ha vuelto parte inseparable de la rutina cotidiana, un acompañante constante que invade calles, hogares y espacios públicos.
Esto ya no es solo una molestia pasajera, se ha convertido en una forma silenciosa y persistente de contaminación que afecta directamente la calidad de vida de quienes habitan en la ciudad.
Su presencia constante ha comenzado a dejar huellas en la salud de la población. Diversos estudios médicos han comprobado que la exposición prolongada al ruido puede derivar en padecimientos como hipertensión, trastornos cardiovasculares, alteraciones del sueño, ansiedad, fatiga crónica, pérdida auditiva y una mayor liberación de hormonas del estrés como el cortisol.
Cuando estos niveles se mantienen de forma constante o repetitiva, las consecuencias no solo afectan el bienestar emocional, sino también el funcionamiento del organismo a largo plazo.