En el Estado de México, moverse en transporte público sigue siendo una experiencia marcada por el miedo, la vulnerabilidad y la impotencia para miles de mujeres.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Seguridad Urbana publicada en marzo de 2025, seis de cada diez mujeres mexiquenses han sufrido algún tipo de violencia en el transporte público, siendo el autobús el escenario más común donde se atenta contra su seguridad y su derecho a una movilidad libre de agresiones.
Datos de la ONU señalan que el 96% de las mujeres en el Estado de México y la Ciudad de México han sido víctimas, al menos una vez, de algún acto de violencia en el transporte público. En nueve de cada diez casos, el agresor es un hombre, lo que revela la dimensión de un fenómeno cotidiano, normalizado e invisibilizado.

El perfil del agresor suele ser el de un hombre desconocido, aunque también se han documentado casos en los que los propios conductores participan en las agresiones. Los tipos de acoso van desde comentarios obscenos, silbidos o miradas lascivas, hasta tocamientos no deseados, "arrimones" y actos de exhibicionismo. La mayoría de las veces, estos ataques ocurren en silencio, frente a la indiferencia de otros pasajeros.

Pese a los anuncios oficiales, la sensación de inseguridad no desaparece al subir a un autobús o al esperar en una parada. En cada trayecto, ellas cargan con una doble carga: la del destino al que se dirigen y la del riesgo de ser violentadas.