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03 de Mayo del 2025
Cultura

Un cinéfilo en la cineteca mexiquense

Un cinéfilo en la cineteca mexiquense

Nuevamente estoy aquí, en la Cineteca Mexiquense, ese santuario donde la realidad se difumina con la ficción y el tiempo parece detenerse entre fotogramas. Me puse mi suéter con el rostro del gran Robert De Niro, como si fuera un amuleto cinéfilo, y me dispuse a sumergirme en otra experiencia cinematográfica.

Cada que pienso en mi relación con el cine, viene a mi mente esa escena de Cinema Paradiso, cuando el pequeño Toto queda hipnotizado por la luz proyectada en la pantalla, esa revelación de que el mundo puede caber dentro de una historia, de un instante, de una imagen.

Pero seamos honestos, mi debilidad no solo son las películas. Está la dulcería, ese pequeño paraíso donde la gula se justifica con el pretexto de acompañar una buena función. Nachos, golosinas, y el infalible acompañante de cualquier película: las palomitas. Porque nada dice "soy un verdadero amante del cine" como atragantarte con mantequilla derretida mientras criticas el encuadre de una toma.

Ya en la sala, me preparé para disfrutar de una de las muchas obras artísticas que aquí se exhiben. La Cineteca no es un cine cualquiera; aquí no vienen hordas de adolescentes a hacer TikToks ni se proyectan franquicias que ya llevan diez secuelas de más. No. Aquí el cine es un ritual, una religión. Y en plena temporada de premios, nos transformamos en críticos de café, opinando con autoridad sobre guiones que jamás podríamos escribir y actuaciones que jamás podríamos replicar.

La Cineteca Mexiquense es más que un lugar, es un portal. Te conecta con la magia del cine, te recuerda que la vida, como cualquier película bien contada, tiene sus arcos narrativos, sus momentos de gloria, sus tragedias inevitables y sus giros inesperados. Y al final del día, lo único que nos queda es disfrutar del espectáculo, con palomitas en mano y una historia por descubrir





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