Vie de Cirque, un viaje circense al corazón

Por momentos, la vida se parece demasiado a un circo: caótica, impredecible, absurda? y, aún así, hermosa.

De niño, el circo era un ritual. Palomitas, payasos, trapecistas que parecían romper las leyes de la gravedad y esa sensación infantil de que todo era posible. Con los años, uno se acostumbra al escepticismo, se pone armaduras contra el exceso de colores. Me hablaron de Vie de Cirque como si se tratara de una experiencia que no podía perderme, pero no lo creí del todo. Hasta que, una noche, entré en esa carpa y entendí que no era un simple espectáculo: era un viaje.

Paquin Jr. y Angelo son los guías, los maestros de ceremonia, los capitanes de un barco que navega entre carcajadas, vértigo y ternura.

El show no imita, evoca. Tiene el perfume del viejo circo europeo, ese que parecía más un poema que un entretenimiento. Malabaristas, acróbatas, equilibristas: cada número no es solo destreza física, sino un recordatorio de lo frágiles que somos y de lo extraordinario que se vuelve el cuerpo cuando se entrega al arte.

Vie de Cirque te obliga a sentir. Es un espejo de lo que deberíamos recordar más seguido: que la vida, como el circo, no se explica, se vive.