 
                                    En México siempre buscamos ver lo positivo y el lado alegre, incluso en situaciones dolorosas, incómodas o injustas. No es casualidad que en 2024 fuéramos el décimo país más feliz del mundo. Y con la muerte no es la excepción. 
Aquí, aunque se llora y se sufre, no se le teme: se honra. Ser el segundo país más católico del mundo nos llena de esperanza: creemos que los seres queridos están en un lugar mejor, que siempre nos acompañan y que, cada 2 de noviembre, regresan para disfrutar de todo aquello que gozaban en vida, llenándonos de alegría y gozo.
Es precisamente esta necesidad de celebrar la vida y hacer las paces con la muerte la que dio origen a diversas expresiones artísticas, literarias y gastronómicas.

Desde los altares llenos de colores hasta los carros alegóricos entre flores de cempasúchil, México ha transformado el duelo en arte, recordándonos que los muertos siguen vivos en la memoria y en la cultura
La palabra como homenaje: las calaveras literarias
Surgidas durante la Revolución Mexicana pero consolidadas en la segunda mitad del siglo XIX, las calaveras literarias, antiguamente conocidas como "panteones", son epitafios burlescos inspirados en tradiciones coloniales y prehispánicas que satirizan la muerte.
Frecuentemente eran censuradas e incluso destruidas, ya que también servían como medio para expresar descontento y frustración frente a los sucesos de la época.
Se escriben en versos octosílabos, es decir, con 8 sílabas por línea, y su extensión varía entre 4 y 12 estrofas. Pueden clasificarse en tres tipos:

Un ejemplo político es:
Claudia dice que carpeta abrirá,
"Denuncien", repite sin parar.
"No somos iguales", vuelve a jurar,
pero la huesuda ya la vino a visitar.
Hoy en día, las calaveras se leen en escuelas, plazas públicas y redes sociales al acercarse el Día de Muertos.
Fomentan la creatividad entre niños y adultos, cumpliendo una doble función: homenajear a los difuntos recordándolos con cariño y, al mismo tiempo, criticar vicios sociales como la corrupción y la indiferencia de parte del gobierno
El dulce rostro de la muerte
Seguramente en alguna ocasión has visto calaveras comestibles elaboradas de azúcar, chocolate o amaranto. Puede que nunca te hayas detenido a pensar en su origen, ya que desde pequeños las vemos y las normalizamos.
Pero estas figuras tienen raíces profundas en las antiguas tradiciones mesoamericanas.

Los aztecas solían crear figuras de amaranto mezcladas con miel como ofrendas a sus dioses. Con la llegada de los españoles, el azúcar se incorporó a la receta, dando lugar a las famosas calaveras de azúcar que conocemos hoy
Actualmente, estas piezas se elaboran a mano con moldes de yeso, azúcar glas, clara de huevo y colorantes naturales, siguiendo una técnica conocida como alfeñique -palabra que deriva del sánscrito "phañita", que significa pasta de azúcar-.
Es común que las calaveras comestibles lleven el nombre del difunto en la parte frontal, recordando a quienes ya no están y honrando su memoria en el altar.

También pueden regalarse a los vivos, como un gesto de cariño y un recordatorio de que todos compartimos el mismo destino
La Catrina y las figuras que desafían al fin
Creada por José Guadalupe Posada en 1912, la Catrina se ha convertido en uno de los mayores íconos de la muerte mexicana.
Su origen proviene de la ilustración "La Calavera Garbancera", una crítica mordaz hacia aquellos mexicanos que, durante el Porfiriato, aspiraban a parecer europeos y renegaban de su herencia indígena.
A estas personas se les conocía como "garbanceras", término que aludía a quienes, pese a tener raíces indígenas, dejaron de vender maíz para comerciar garbanzos, buscando imitar las costumbres y apariencia de los europeos -ya fueran españoles o franceses-, negando así su propia identidad y cultura.

En la imagen, Posada retrató a una calavera con un elegante sombrero francés, símbolo de la vanidad y la hipocresía social, pero también un recordatorio eterno de que la muerte no distingue clases, orígenes ni apariencias
Años más tarde, Diego Rivera retomó esta figura en su famoso mural "Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central", donde la vistió con un lujoso atuendo y estola de plumas, dándole el nombre y la presencia que hoy la caracterizan.
Desde entonces, la Catrina trascendió su crítica original para convertirse en una representación del orgullo mexicano ante la muerte, elegante, colorida y viva en cada celebración del Día de Muertos

"...en los huesos pero con sombrero francés con sus plumas de avestruz".- José Guadalupe Posada
La muerte en pantalla: del mito al cine
La muerte ha sido retratada en el cine mexicano de múltiples formas: temible, amorosa, frágil o incluso comprensible. Cada representación refleja la manera en que, como pueblo, interpretamos el final de la vida.
Un claro ejemplo es Macario (1960), la primera película mexicana nominada al Óscar a Mejor Película Extranjera.
La historia sigue a Macario, un humilde leñador que vive con su familia en la pobreza. Cansado de privarse siempre de todo, sueña con darse un lujo: comerse un pavo entero sin tener que compartirlo con nadie. Su esposa, movida por el amor, roba uno de una granja. Sin embargo, justo cuando Macario se dispone a disfrutar su anhelado banquete, Dios, el Diablo y la Muerte se le aparecen para pedirle una parte.
A lo largo del filme, la muerte se presenta no como enemiga, sino como fuerza inevitable y justa.

Macario nos recuerda que no importa la riqueza, el poder o la posición social: todos compartimos el mismo destino, y frente a la muerte, todos somos iguales
Por otro lado, tomando como eje la tradición del Día de Muertos y acercándola al público familiar, Disney logró expandir esta celebración a nivel mundial.
COCO es la película que narra la historia de Miguel, un niño que se ve envuelto en "la Tierra de los Muertos", donde descubrirá su verdadero legado familiar.
A través de música inspirada en México, figuras icónicas de la cultura pop como María Félix y Frida Kahlo, alebrijes y un despliegue visual lleno de color, la película presenta la muerte y el más allá como otro plano de existencia.
Un lugar en el que se puede estar, y del que es posible regresar al mundo terrenal cada año para visitar a los seres queridos.

A nivel mundial, Coco recaudó 807 millones 82 mil 196 dólares y fue vista por aproximadamente 21.6 millones de mexicanos, lo que demuestra cómo una historia profundamente mexicana puede conectar con audiencias de todo el mundo
Desde las calaveras literarias hasta el éxito internacional en el cine, pasando por manifestaciones musicales, retratos y calaveras de azúcar, cada Catrina que sonríe bajo su elegante sombrero nos recuerda que la muerte no es el final, sino otra manera de celebrar la vida.
Y tú, ¿cómo imaginas la vida después de la muerte?