Aunque hoy 9 de cada 10 personas en el mundo tienen acceso a electricidad, todavía más de 666 millones siguen excluidas de este servicio esencial
Así lo revela un informe conjunto de la ONU, el Banco Mundial, la OMS y agencias especializadas en energías renovables, que monitorean el cumplimiento del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 7, que busca garantizar acceso universal a energía asequible, segura, sostenible y moderna para 2030.
En 2022 se logró un pequeño avance: la cifra global de personas sin acceso a electricidad bajó por primera vez en una década.
Pero si seguimos al ritmo actual, no se alcanzará la meta de la Agenda 2030
Los focos rojos
Más de 2100 millones de personas siguen cocinando con leña, carbón o residuos, lo que causa millones de muertes prematuras cada año por contaminación del aire en espacios cerrados.
El acceso a la electricidad no es solo cuestión de encender un foco. Es clave para:
Donde no hay energía, también falta desarrollo. Y eso tiene consecuencias globales: frena el combate al cambio climático, debilita economías emergentes y perpetúa desigualdades.
Entre los principales obstáculos que limitan el avance del desarrollo se encuentran la falta de infraestructura básica en numerosas regiones, lo que dificulta el acceso a servicios esenciales.
A esto se suma la dificultad para obtener financiamiento, especialmente en países de ingresos bajos, donde los recursos son escasos y las oportunidades limitadas.
Además, la ausencia de políticas energéticas inclusivas y sostenidas a largo plazo impide consolidar un crecimiento equitativo y sostenible
El acceso a la energía es una pieza clave en el rompecabezas del desarrollo global. Si se deja atrás a millones de personas, también se frenan los avances colectivos en salud, educación, igualdad y combate al cambio climático.
Mientras más se tarde el mundo en cerrar esa brecha energética, más profundo será el impacto social, ambiental y económico.