En Ucrania, casi cinco millones de niñas y niños intentan continuar con su educación mientras la guerra entra en su cuarto año.
Lo hacen como pueden: en casas improvisadas como aulas, en refugios subterráneos o conectándose a clases en línea interrumpidas por alarmas antiaéreas.
Para toda una generación, aprender se volvió una actividad que depende tanto de la señal de internet como del sonido que anuncia un ataque.

Escuelas que ya no pueden abrir
Según Naciones Unidas, más de 340 centros educativos fueron dañados o destruidos solo en este último año. Desde 2022, el número total verificado de escuelas afectadas ronda las 2.800, aunque las autoridades creen que la cifra real es mayor.
En las zonas de primera línea, muchas escuelas siguen cerradas porque no cuentan con refugios adecuados o porque los bombardeos son demasiado frecuentes.

Por eso, casi un millón de estudiantes depende de clases a distancia. No se trata de educación en línea pensada para innovar, sino de una solución de emergencia para evitar que niñas y niños se queden completamente sin aprendizaje
El esfuerzo por seguir adelante
UNICEF explica que, a pesar de todo, los estudiantes siguen buscando formas de aprender. Algunos asisten a clases presenciales breves; otros estudian desde albergues; otros combinan ambos métodos dependiendo de la situación en su región.
La educación, dicen, se convirtió en una de las pocas fuentes de normalidad en medio de un conflicto prolongado.

Naciones Unidas insiste en proteger las escuelas y el derecho a aprender incluso en tiempos de guerra. No se trata solo de preparar a la próxima generación: es darles una posibilidad de sostener su vida diaria mientras el conflicto continúa. La pregunta que queda abierta es sencilla y dura: ¿cuánto tiempo podrá una generación entera seguir aprendiendo mientras espera que termine la guerra?