El próximo domingo 7 de diciembre, municipios del norte de Veracruz, con Tuxpan como referencia principal, conmemorarán el Día del Niño Perdido, una tradición de origen religioso y arraigo comunitario que combina rituales ancestrales, expresiones culturales y actos simbólicos para reforzar la identidad familiar y social.
La celebración, vigente desde el siglo XVIII, rememora el pasaje bíblico en el que Jesús, siendo niño, permanece tres días desaparecido antes de ser encontrado en el templo de Jerusalén. Este episodio fue adoptado por comunidades veracruzanas bajo la influencia de misioneros franciscanos, entre ellos frailes como Junípero Serra, quienes promovieron prácticas devocionales que con el tiempo derivaron en una festividad profundamente enraizada en la región.
En localidades como Tuxpan, Poza Rica, Papantla y Álamo, la tradición se vive durante la noche con el encendido de miles de velas en calles, plazas y frente a templos. Las llamas, colocadas en filas sobre banquetas y esquinas, simbolizan el camino de luz que representa el retorno del "niño perdido". Este acto comunitario, que involucra a familias enteras, crea un paisaje nocturno característico y se ha convertido en uno de los elementos más reconocidos de la celebración.
La festividad también incorpora actividades recreativas y culturales. En Tuxpan, donde la expresión es más representativa, autoridades locales organizan concursos de carritos infantiles decorados con velas, presentaciones artísticas, obras teatrales alusivas al pasaje bíblico y espectáculos navideños. Estas actividades buscan promover la participación intergeneracional y reforzar la preservación de prácticas locales.

Además de su carácter religioso, el Día del Niño Perdido se ha consolidado como un motor cultural y turístico. Comerciantes y autoridades coinciden en que el evento dinamiza la economía local y fomenta la difusión de tradiciones veracruzanas, atrayendo a visitantes de municipios vecinos y estados colindantes. En años recientes, la celebración ha sido acompañada por medidas de seguridad y apoyo logístico para garantizar el manejo adecuado de las velas y el flujo de asistentes.
Para las comunidades participantes, el Día del Niño Perdido representa un momento de reflexión, convivencia familiar y unión espiritual. Cada 7 de diciembre, la luz de miles de velas vuelve a iluminar los municipios del norte de Veracruz, manteniendo viva una tradición que continúa fortaleciendo la identidad cultural de la región.