Zacatecas, Zac.- El sonido de la tos de Alberto lo acompaña en cada movimiento. A los nueve años comenzó a fabricar ladrillos y, con el paso de los años, el calor de los hornos y el frío de la arcilla le cobraron factura: perdió una pierna y carga con una tos que nunca fue diagnosticada, pero que él atribuye al polvo y al humo de su oficio. Hoy ya no moldea el barro; se limita a supervisar a los pocos jóvenes que aún se interesan en un trabajo que, asegura, está en extinción.
"Sí afecta, ahora menos que antes, antes se quemaba con llanta en los hornos, ahora ya solo se hace con leña, este trabajo afecta mucho a los pulmones", dice Alberto quien todas las mañanas supervisa la fabricación artesanal de ladrillos desde su predio en Guadalupe.
La fabricación artesanal de ladrillos, un oficio con generaciones de tradición en Zacatecas, trae consigo riesgos severos para la salud. De acuerdo con especialistas, la exposición prolongada al polvo de sílice puede provocar silicosis, una enfermedad pulmonar progresiva e incurable, por la cual a nivel mundial mueren 12,900 personas. Además, el contacto constante con el humo de los hornos incrementa las probabilidades de padecer enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), tuberculosis, males reumáticos sistémicos y cáncer, este último con una prevalencia de 69.8 defunciones por cada 100 mil habitantes en Zacatecas.
"Lógicamente provocan enfermedades pulmonares derivado del humo, sobre todo en Guadalupe, donde me parece que ya había un proyecto al respecto" detalló Uswaldo Pinedo Barrios, titular de la Secretaría de Salud de Zacatecas.
Pese a la gravedad de estos padecimientos, no existen estadísticas oficiales que reflejen la dimensión del problema. Investigadores académicos advierten que esta ausencia de información se debe, en gran medida, a la informalidad del sector: se estima que nueve de cada diez ladrilleros trabajan sin seguridad social, lo que les impide acceder a servicios de salud y, al mismo tiempo, deja sus enfermedades fuera de registro.
En la entidad, se calcula que alrededor de mil familias dependen de esta actividad. La Secretaría de Agua y Medio Ambiente (SAMA) tiene ubicadas unas 200 ladrilleras en Tlaltenango, 90 en Jerez, 90 en Guadalupe, 50 en Nochistlán y 55 en Zacatecas capital; sin embargo, las propias autoridades reconocen que la cifra es mayor.
"Estamos trabajando con los municipios afectados, los lugares iniciales hace muchos años eran a las afueras de los municipios pero la mancha urbana a crecido", detalló Susana Rodríguez Márquez, secretaría de agua y medio ambiente.
Alberto asegura que cada vez menos jóvenes están dispuestos a dedicarse a este oficio debido a la dureza del trabajo y la falta de garantías.
Además de los riesgos para los trabajadores, la contaminación que generan las ladrilleras representa un desafío ambiental y social. En municipios como Guadalupe, muchas familias habitan junto a los hornos, lo que expone también a las colonias cercanas a la inhalación de humo tóxico.
El oficio de Alberto refleja la encrucijada de un sector que sobrevive entre tradición, enfermedad e incertidumbre. Mientras su tos marca el ritmo de cada jornada, la pregunta persiste: ¿Qué futuro tendrán las nuevas generaciones frente a un trabajo que enferma, pero del que dependen cientos de familias?