ZACATECAS, ZAC Para todo mal, un elote. Para todo bien, también. Y si hay frío, qur mejor. Pero si además se trata de uno de los elotes de Ponchito, entonces no se puede pedir más.
Así lo vive y lo comparte José María Estrada, heredero de una tradición que ha echado raíces desde 1954, cuando su abuelo José Estrada López comenzó a vender elotes cocidos a fuego lento en el Cerro de la Bufa. Desde entonces, el elote no solo es comida callejera: es identidad, herencia y sabor zacatecano.
Nada de cocer por cocer. Para que un elote esté en su punto, se requiere paciencia, leña buena, costal grueso y 45 minutos de hervor. No cualquier mazorca sirve: los elotes llegan desde Colima, Sinaloa y Aguascalientes, seleccionados con esmero para dar lo mejor en cada mordida.
Desde las 18:00 horas, el ritual comienza. Familias completas, parejas, turistas y vecinos se acercan al carrito buscando ese sabor inconfundible: ya sea en charola o palito, acompañado de papas, y coronado con alguna de sus célebres salsas: la macha, con chile de árbol, ajo, aceite y tortillas tostadas, o la de cacahuate con habanero, potente y sabrosísima.
Y si el clima refresca con las lluvias, mejor. Porque hay algo especial en disfrutar un elote caliente mientras el aire huele a tierra mojada. Ya sea en el centro histórico, en lo alto del Cerro de la Bufa, en las inmediaciones de Cinco Señores o sobre avenida Sevilla, en Guadalupe, los elotes de Ponchito siguen siendo una parada obligada para el antojo.