El 1 y 2 de noviembre, el panteón municipal abrió sus puertas de 7:00 a 20:00 horas para recibir a las familias que, como cada año, acudieron a honrar a sus seres queridos. Desde temprano, comerciantes locales se instalaron con puestos de comida, cempasúchil, coronas, veladoras y ramos. Aunque el sábado por la mañana la venta fue más lenta que en años anteriores, muchos atribuyeron esta baja a que el 1 de noviembre es Día de los Angelitos y a que varias personas trabajan los sábados.
La afluencia comenzó a notarse hacia las 17:00 horas. Familias completas llegaron con cubetas, escobas, flores, coronas, adornos y comida para preparar las tumbas. Desde la altura de Cristo Rey ya se observaban puestos listos para atender a la población, marcando el inicio de una jornada de encuentro y memoria.

El domingo, la asistencia fue constante desde primeras horas. Autobuses especiales arribaron repletos y algunos comerciantes duplicaron sus puntos de venta: uno en la entrada del panteón y otro más cerca de la carretera. Cempasúchil, veladoras y coronas fueron los productos más solicitados. Aunque la afluencia no alcanzó los niveles de años anteriores, los comerciantes calificaron la jornada como positiva.
Luis Valencia, coordinador de primeros auxilios, informó que se esperaba la visita de aproximadamente 5,000 personas por día. Con un módulo de atención y cuatro elementos, se dispusieron a atender cualquier eventualidad, esperando ?como en años anteriores? un saldo blanco.

Más allá de los números, los días de visita al panteón se vivieron como un reencuentro colectivo. En cada flor colocada, en cada tumba limpiada, en cada comida compartida, se tejió una red de afectos que une a la comunidad con sus raíces. La tradición no solo se sostuvo: se vivió con dignidad, respeto y presencia.
