En el corazón de Zamora, la calle Amado Nervo Sur guarda una historia que suena a trompetas, guitarrones y voces que atraviesan generaciones. Con más de 90 años de existencia, la conocida Calle de los Mariachis se ha consolidado como un referente cultural y musical de la ciudad.
Ubicada a una cuadra de la calle Independencia, esta calle fue punto estratégico para los primeros mariachis que, en los años 30, comenzaron a ofrecer sus servicios cerca de la entonces zona de tolerancia. Según relata el cronista de la ciudad y Juan Orozco, hijo de uno de los pioneros, la música se convirtió en parte esencial del ambiente nocturno, y los mariachis encontraron en Amado Nervo un lugar propicio para establecerse.

Hoy en día, seis agrupaciones mantienen viva esta tradición: "Los Monarcas" y "Los Alacranes", considerados pioneros, junto con "Imperial", "Galleros", "Tequila" y "Halcones de mi Tierra". Muchos de sus integrantes son descendientes directos de los primeros músicos, y continúan transmitiendo el oficio con orgullo.
Pero la historia de esta calle no se limita al trabajo diario. Desde hace décadas, los mariachis organizados en colectivo impulsaron una celebración propia para honrar a su patrona, Santa Cecilia. Adquirieron una imagen de la santa, que actualmente se resguarda en el Templo de los Dolores, y cada 21 y 22 de noviembre, la calle se transforma: castillos, música en vivo, los tradicionales gigantes de Galeana y un ambiente festivo inundan el cruce con la calle Verduzco.
La logística de esta celebración corre a cargo del colectivo de mariachis, quienes se encargan de coordinar desde la pirotecnia hasta los desfiles. Es una fiesta que no solo honra a Santa Cecilia, sino también a la memoria de quienes abrieron camino con su música.

Aunque el oficio ha enfrentado cambios generacionales y nuevas dinámicas sociales, la Calle de los Mariachis sigue siendo un punto de encuentro para quienes buscan celebrar, recordar o simplemente dejarse acompañar por una canción. En vísperas de Santa Cecilia, la calle se prepara para volver a vibrar, como cada año, con la fuerza de una tradición que no se apaga.