En un país donde el nopal es símbolo de identidad y abundancia, un grupo de científicos mexicanos ha logrado transformar esta planta en una solución tangible para uno de los mayores problemas ambientales del siglo XXI: la contaminación por plásticos.
Se trata del plástico biodegradable hecho a base de nopal, una innovación desarrollada por la investigadora Sandra Pascoe Ortiz y perfeccionada por equipos de la UNAM. Este bioplástico se elabora a partir del mucílago del nopal ?una sustancia viscosa rica en azúcares? mezclado con glicerina, almidón y ceras naturales. El resultado es un material flexible, no tóxico y completamente biodegradable, capaz de descomponerse en menos de 90 días sin dejar residuos contaminantes.
A diferencia de los plásticos convencionales, que pueden tardar siglos en degradarse, este bioplástico se desintegra incluso en ambientes marinos o de composta. Además, su producción no requiere derivados del petróleo ni procesos industriales complejos, lo que lo convierte en una alternativa viable para comunidades rurales y proyectos de economía circular.
Sin embargo, a pesar de su potencial, el proyecto no ha recibido la inversión necesaria para escalar su producción. Actualmente, su fabricación sigue siendo artesanal, limitada a laboratorios y pequeñas iniciativas educativas o comunitarias. Esto impide que compita en precio y resistencia con los plásticos tradicionales, frenando su adopción masiva en sectores como el comercio, la industria alimentaria o el embalaje.
Esta innovación necesita el respaldo de instituciones, empresas y consumidores conscientes. Invertir en su desarrollo no solo impulsaría la ciencia mexicana, sino que también abriría oportunidades económicas en zonas productoras de nopal y contribuiría a reducir la huella ambiental del país.
En un contexto global que exige soluciones sostenibles, el bioplástico de nopal representa una respuesta local, viable y con identidad. Solo falta que volteemos a verla con la seriedad que merece.