El trabajo doméstico en México: entre la ley y la realidad

El trabajo doméstico remunerado es una de las ocupaciones más feminizadas en México: de los 2.5 millones de personas que lo ejercen, el 90% son mujeres. La Ley Federal del Trabajo establece que deben contar con prestaciones como aguinaldo, vacaciones, prima vacacional y afiliación obligatoria al IMSS desde 2024. Sin embargo, la informalidad persiste: el 69.5% de las trabajadoras no recibe ninguna prestación.

Alicia, de 56 años y vecina de Jacona, originaria de Patamban, conoce de primera mano esa brecha. "Trabajo desde los 20 años en casas particulares. Las jornadas suelen ser largas, de hasta diez horas, y nunca tuve contrato escrito. El aguinaldo depende de la voluntad de los patrones. Una vez me dieron, otra no. Lo que pedimos es respeto y certeza, porque nuestro trabajo sostiene hogares", relata con firmeza.

Paty, de 19 años y vecina de Zamora, representa a una nueva generación que enfrenta los mismos retos. "Trabajo por horas, gano unos 150 pesos al día. No tengo seguro ni prestaciones. Acepto porque necesito apoyar a mi familia, pero me gustaría estudiar. El problema es que el trabajo consume tiempo y energía", comenta.

El salario promedio nacional para trabajadoras del hogar es de 4,140 pesos mensuales, con jornadas de 28 horas semanales. En estados como Baja California Sur el promedio supera los 7,000 pesos, mientras que en Michoacán se mantiene por debajo. La edad promedio de quienes ejercen esta labor es de 45 años, lo que refleja trayectorias largas y poco reconocidas.

La obligatoriedad de afiliación al IMSS representa un avance histórico, pero su cumplimiento enfrenta obstáculos: falta de información, resistencia de empleadores y escasa vigilancia institucional. Organizaciones civiles insisten en que dignificar el trabajo doméstico implica no solo reconocer derechos en papel, sino garantizar su aplicación efectiva.

Los testimonios de Alicia y Paty revelan que detrás de cada cifra hay vidas que sostienen la economía cotidiana. La urgencia es clara: transformar la ley en práctica, para que el trabajo doméstico deje de ser invisible y se reconozca como lo que es: una labor esencial para la sociedad.