Entre flores de cempasúchil, velas encendidas y el aroma del incienso, el Panteón Municipal "Jardines del Otoño", ubicado en la colonia Ciudad del Sol, se llenó de vida durante las celebraciones del Día de Muertos. Desde la madrugada, cientos de familias se dieron cita para rendir homenaje a quienes partieron, reafirmando una de las tradiciones más entrañables y representativas de la cultura michoacana.
Familias enteras llegaron con flores, música, comida y recuerdos. Algunos pintaron cruces, otros limpiaron lápidas, y muchos más compartieron risas y anécdotas entre lágrimas y sonrisas. La atmósfera se impregnó de ese sentimiento tan mexicano que logra entrelazar el amor, la memoria y la celebración de la vida. El fin de semana, fue calificado como atípico, ya que pese a que no se tiene registro físico del número de visitantes; según la dirección de servicios públicos, se estima que fueron más de 15 mil los asistentes.
Entre ellos, destacó la historia de la familia Pintor, quienes año con año viajan desde California, Estados Unidos, para cumplir con su cita ineludible con el recuerdo. Reunidos alrededor del nicho familiar, comparten anécdotas y momentos que permiten a los más jóvenes conocer a sus abuelos y tíos, aún sin haberlos visto nunca.
"Es nuestra forma de mantenerlos con nosotros, de enseñar a nuestros hijos quiénes fueron y qué significaron", comparte uno de los integrantes de la familia.
Los Pintor, como muchas otras familias piedadenses, han hecho de esta tradición una herencia emocional que trasciende generaciones. Aprendieron de sus abuelos a vivir el Día de Muertos con respeto, amor y alegría, y hoy se aseguran de que sus hijos crezcan con ese mismo sentido de pertenencia hacia las costumbres mexicanas.
Durante estos días, el panteón se convirtió en un mosaico de colores, sonidos y emociones: música de mariachi, rezos, fotografías, veladoras y platillos típicos formaron parte del paisaje de un homenaje que, más que triste, fue profundamente humano.
En La Piedad, el Día de Muertos no es solo una fecha en el calendario, es un reencuentro con la memoria colectiva. No importa la distancia ni el tiempo: lo esencial es recordar, agradecer y mantener viva la luz de quienes siguen guiando nuestros pasos desde otro plano. Porque más allá del altar o las flores, lo verdaderamente importante es eso: recordar con amor y mantener vivas las tradiciones que nos hacen un país único ante el mundo.