Cada 10 de septiembre se conmemora el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, una fecha dedicada a generar conciencia sobre un problema de salud pública que afecta a millones de personas en todo el mundo. Esta efeméride fue establecida en 2003 por la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio (IASP), en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS), con el objetivo de derribar estigmas, promover el diálogo y fomentar redes de apoyo.
En México, la tasa de suicidio ha mostrado un incremento sostenido en los últimos años, especialmente entre jóvenes y adultos en situación de vulnerabilidad. Factores como la depresión, el aislamiento, la violencia, el desempleo y la falta de acceso a servicios de salud mental son parte de una realidad compleja que exige atención urgente y coordinada.
La prevención del suicidio impulsa valores como la empatía, la escucha activa y el acompañamiento emocional. En un contexto marcado por desafíos sociales y económicos, esta causa cobra relevancia como motor de contención, resiliencia y cuidado comunitario. Hoy se apuesta por estrategias integrales que involucren a familias, escuelas, instituciones y medios de comunicación, con enfoque en la detección temprana y el acceso a ayuda profesional.
Esta fecha también nos invita a reconocer el valor de la vida y a romper el silencio que rodea al sufrimiento emocional. Porque detrás de cada historia hay una oportunidad de intervenir, de acompañar y de construir espacios seguros. Y eso, sin duda, merece ser visibilizado.