La sensación de hambre y los antojos no dependen únicamente de la falta de alimentos en el estómago, sino también de un complejo sistema hormonal que regula cuándo y cuánto comemos. El cuerpo humano produce diversas hormonas que envían señales al cerebro para indicar la necesidad de energía o, por el contrario, para frenar la ingesta.
Una de las principales hormonas involucradas es la grelina, conocida como la "hormona del hambre". Se produce en el estómago y aumenta antes de las comidas, enviando al cerebro la señal de que es momento de comer. En contraste, la leptina, secretada por el tejido adiposo, se encarga de avisar cuando ya se ha recibido suficiente energía, contribuyendo a la sensación de saciedad. Cuando existe un desajuste en sus niveles, es común sentir hambre constante o dificultad para sentirse satisfecho.
El descanso es otro factor determinante. Dormir poco o de mala calidad provoca que la grelina aumente y la leptina disminuya, lo que genera más hambre y menos sensación de saciedad al día siguiente. Además, la falta de sueño eleva el cortisol, hormona relacionada con el estrés, que favorece los antojos y la preferencia por alimentos altos en calorías. Por ello, mantener entre siete y nueve horas de sueño de calidad es fundamental para evitar desequilibrios que lleven a comer en exceso.
En conclusión, la sensación de hambre y los antojos son resultado de una interacción entre el cuerpo y el cerebro mediada por las hormonas, y el descanso juega un papel clave en este proceso. Mantener hábitos saludables como dormir lo suficiente, reducir el estrés y llevar una alimentación equilibrada ayuda a que estas señales funcionen correctamente y no se conviertan en un factor que afecte la salud.