El atentado contra Carlos Manzo marcó un punto de inflexión en la participación política juvenil en Michoacán. Desde entonces, se ha visto a más jóvenes involucrarse en marchas, debates y movimientos sociales. Muchos explican que su interés se gestó en las aulas, al conocer episodios como el movimiento estudiantil de 1968, los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, el incendio de la guardería ABC o el caso del rancho Izaguirre. "En casa escuchábamos a nuestros padres hablar de las cortinas de humo", relata un joven cocinero, convencido de que esas experiencias los motivaron a no permanecer indiferentes.

La decisión de participar, sin embargo, no es sencilla. Un estudiante de secundaria admite que los prejuicios pesan: "Puede salir mal en el trabajo, la escuela con tu profesores o incluso en la familia". Su madre, en contraste, celebra que los jóvenes se atrevan a intervenir en lo que generaciones pasadas callaron por miedo. Para ella, resulta alentador ver que su hijo y otros jóvenes se interesen en la política y se atrevan a alzar la voz.
Una universitaria señala que la inseguridad se ha normalizado, y que el caso de Manzo evidenció un intento por hacer las cosas bien en un contexto donde los homicidios diarios se han vuelto rutina. "Es algo que se vive día a día", afirma. Un joven repartidor añade que su generación carga con las consecuencias de los errores del pasado: "Nuestros padres, abuelos y bisabuelos nos quedaron a deber un México distinto. No pensaron en el futuro, pero ahora tenemos herramientas como las redes sociales y la era digital".

Estas plataformas han servido para convocar marchas por la paz y para promover una educación distinta desde casa. "No se trata de regalar pistolas de juguete o capuchas a los niños, sino de enseñarles valores desde pequeños", agrega. La idea de que el cambio comienza en el hogar se repite entre varios testimonios.
No obstante, un sector mínimo de jóvenes permanece indiferente, sin interés o incluso enajenado de estos temas. La mayoría, en cambio, se siente decepcionada y preocupada por la situación actual en México y Michoacán. Reconocen que la violencia, la corrupción y la falta de oportunidades han marcado su presente, pero también creen que su voz es necesaria para transformar el futuro. Entre el interés y el desencanto, la juventud mexicana se debate entre la esperanza y la frustración, consciente de que su participación política puede ser la clave para un país distinto.
