Juventud zamorana: entre los sueños y la incertidumbre

En México, más de 16 millones de jóvenes no estudian ni trabajan, según datos de Acción Ciudadana Frente a la Pobreza. Las estadísticas del INEGI de agosto de 2025 revelan que el 40% de la población juvenil no concluye sus estudios, aunque el porcentaje varía según el nivel educativo. El 1.1% carece de instrucción formal. A pesar de ello, alrededor del 60% de los jóvenes entre 12 y 29 años cuenta con educación media superior o superior. ¿Qué sueñan estos jóvenes estudiantes?

Las respuestas son tan diversas como legítimas. Muchos anhelan una mejor situación económica, un empleo estable, cumplir metas profesionales y personales. Algunos se inspiran en familiares que han logrado superarse; otros sueñan con independizarse, adquirir una vivienda o emprender un negocio propio. La salud mental aparece como prioridad: buscan estabilidad emocional antes que formar una familia, y prefieren realizar sus proyectos laborales antes que "juntarse".

Pero también hay obstáculos. El miedo al fracaso, a equivocarse de carrera, a no cumplir sus metas o decepcionar a sus padres. Algunos temen no encontrar trabajo, o ya egresados, enfrentan dificultades para insertarse en un mercado laboral saturado y precarizado. La inflación, los bajos salarios y la incertidumbre económica los hacen cuestionarse cómo lograrán construir un futuro digno.

A pesar de ello, muchos jóvenes no se resignan. Se ven como agentes de cambio social. Lo demuestran en acciones concretas, como las protestas estudiantiles tras el fallecimiento de Carlos Manzo, donde la juventud se movilizó con convicción, exigiendo justicia y visibilizando su compromiso con la realidad que les rodea.

Estos jóvenes no solo sueñan: piensan, cuestionan, actúan. En medio de un contexto adverso, su voz es lúcida y su voluntad transformadora. Escucharles no es un gesto simbólico: es una urgencia social.