La historia no contada de la comida callejera que sostiene a Nueva York
Tamales humeantes, perritos calientes a medianoche, puestos halal que perfuman las esquinas? Detrás de los más de 20.500 vendedores callejeros que alimentan Nueva York cada día ?el 96 % inmigrantes? se esconde una historia tan potente como la propia ciudad. Esa historia, cruda, vibrante y muchas veces dolorosa, acaba de aterrizar en el Museum of Food and Drink (MOFAD) con la muestra "Street Food City", un recorrido explosivo por cuatro siglos de cultura, supervivencia y sabor.
"Es momento de parar y agradecer a la gente que nos alimenta cada día", afirma la curadora Catherine Piccoli, recordando que esta tradición nació en el siglo XVII y sigue siendo el latido culinario de la metrópoli.
Mujeres que hicieron historia: de "Pig Foot Mary" a Evelia Coyotzi
La exposición rescata dos figuras icónicas que definieron la comida callejera:
Pig Foot Mary, inmigrante negra de Misisipí, que convirtió un carrito de bebé en una leyenda de Harlem vendiendo manitas de cerdo en los años 20.
Evelia Coyotzi, mexicana, quien comenzó en 2001 con un carrito de supermercado ?visitado incluso por Anthony Bourdain? y que, tras múltiples arrestos por falta de licencia, se transformó en una líder del activismo por los derechos de los vendedores.
Licencias imposibles, multas brutales y un mercado negro millonario
Aunque el 60 % de los vendedores son hispanos y muchos tienen estudios superiores, sus historias están atravesadas por la precariedad legal:
Solo existen 7.000 licencias para toda la ciudad.
La lista de espera supera las 10.000 personas.
Una licencia que debería costar 250 dólares puede llegar a revenderse hasta por 25.000.
Operar sin permiso significa multas mínimas de 1.000 dólares, riesgo penal y problemas migratorios.
Cinco agencias distintas pueden sancionarlos, mientras deben respetar estrictas normas de acera y superar inspecciones de salud tan exigentes como las de cualquier restaurante.
Aun así, trabajan jornadas de más de ocho horas para ganar entre 12.000 y 50.000 dólares al año en una de las ciudades más caras del planeta.
Y pese a todo? aman su trabajo
A contracorriente, vigilados y muchas veces criminalizados, el 95 % afirma disfrutar de lo que hace. Solo hace falta mirar las filas eternas frente a los carritos para entender por qué: Nueva York los ama, y ellos aman alimentar a Nueva York.
"Street Food City" es más que una exposición: es un homenaje urgente a quienes mantienen viva la identidad culinaria más auténtica de la Gran Manzana.